Prólogo

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Arcadia, una gran ciudad construida por encima de las nubes, lejos de los ojos curiosos de los humanos. En ella, pacíficos ángeles convivían en paz, o eso creía yo hasta que aquello ocurrió.

La guerra contra los demonios, lo más temido por todo el mundo. El rey no quería una guerra entre ambas razas, pero el rey demonio buscaba poder. En medio de toda esa batalla, me vi envuelta en un tonto romance, que acabó en desamor y traición. Su nombre era Kai, un joven demonio, nuestro enemigo.

Cuando el rey y sus súbditos encontraron la casa de Kai en las montañas del reino demoníaco, yo me encontraba con él. Lo tomaron por traición de mi parte, a él le asesinaron, pero a mí, como el rey no podía parecer un asesino ante los ángeles que le veneraban, decidió dejarme libre, o eso creyeron todos.

Ocultos de los ojos de los demás, me llevaron a una gran colina, en la que crecía un único sauce llorón, sus largas ramas rozaban el suelo y las hojas caían como lágrimas bajo el cielo azul oscuro. Aquí me encuentro ahora, mirando al vacío, con medio cuerpo colgando por el acantilado.

El rey, un hombre alto y desgarbado, con unos cuantos años encima, poco notables para un ángel, me miraba con los ojos en llamas.

-No me gusta perder a los míos, y menos si son de la nobleza, pero esto es una grave traición, Dalía. ¿No estás de acuerdo, Joseph?- dijo el rey, es característico de todos los ángeles el tener una dulce voz, pero a mi me sonaron como puñales clavándose en mi cuerpo, sobre todo cuando oí el nombre de mi hermano mayor en la boca del rey.

Miré hacia atrás, y me encontré con los fríos ojos de mi hermano mirandome. Giró la cabeza y dijo:

-Sí, mi rey.

-Entonces, ¿qué hacemos con ella? ¿Va a dejarla vivir, Majestad?- dijo uno de los que me sostenían contra el frío suelo.

-No puedo perder a uno de los míos, cortadle las alas.- tras pronunciar esas palabras, el rey dio media vuelta y bajó andando tranquilamente la colina. Mi corazón se detuvo en mi pecho y miré a mi hermano, que se había quedado pálido, con ojos suplicantes.

Él rechazó mi mirada.

-No.- supliqué.- Por favor, no lo hagáis.

Joseph dio media vuelta y bajó la colina sin mirarme. Los dos tipos que me sujetaban sacaron sus espadas, y agarraron los extremos de mis alas. Me revolví al sentirles tocar mis omóplatos.

-¿Que les hacemos a sus hermosas alas blancas? ¿Las cortamos?- dijo uno.

-¿Por qué no las quemamos?

-¡No! Por favor, dejadme.

-Yo sugiero que se las cortemos y se las demos a su querido hermano como recuerdo.

Apoyé la cabeza contra la roca cuando sentí como un filo de acero se acercaba a mi piel desnuda y como uno de ellos sujetaba mis brazos con fuerza.

Grité al sentir mis alas siendo arrancadas de mi piel y grité cuando la sangre empezó a brotar de entre mis omóplatos.

-Hasta nunca, angelito.- dijeron y me soltaron de un empujón, haciendo que cayese por el acantilado.

Incapaz de volar, de ver o de sentir, caí entre las nubes con el viento silbando alrededor de mi cuerpo, mientras sentía la sangre salir de mí.

No quedaba nada más que un vacío y una sensación de sopor cuando caí entre los árboles y con un golpe seco, caí en la tierra.

Hola chic@s!

Aquí os traigo una nueva novela que se me acaba de ocurrir esta tarde, sí, sé que me aburro mucho.

Espero que os guste, y como podéis ver en mi perfil, la subiré los martes, para hacer más entretenido el comienzo de la semana.

Un beso y dejad en los comentarios que os parece y si os gustaría que la siguiese subiendo.

Olgalazarotei.

En multimedia el sauce de la colina.

Fallen AngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora