Intento abrir los ojos, que están pegajosos de dormir tanto tiempo. La luz que inunda la habitación me deslumbra, y parpadeo, intentando enfocar la mirada sobre algo. Alguien roza mi brazo suavemente, y al torcer la cabeza, me encuentro con los ojos cansados de Roman. Sus manos estaban cubiertas con vendajes envolviendo sus nudillos y su rostro, tenía una cicatriz en la mejilla, con un tono rosado.
-... ¿me oyes?- me preguntó. Intenté asimilar lo que me decía, y por fin pude entender.- Amor, ¿me oyes?
Tragué saliva y asentí. Roman estiró la mano y cogió un vaso de la mesilla. Lo colocó sobre mis labios y bebí, agradecida. Cuando pude hablar, le pregunté:
-¿Qué....ha pasado?
-Te raptaron, cariño.- sus ojos se oscurecieron más, si era posible.-Tienes el brazo y un par de costillas rotas, así como una conmoción en la cabeza. ¿Cómo te sientes?
-Extraña.- miré sus manos vendadas.- ¿Y tú?
-Me dejé los nudillos rompiéndole cada hueso del cuerpo a ese desgraciado. Yo...no pude controlarme al verte en ese estado.
Acarició mi mejilla suavemente, y yo me derretí con su contacto.
-¿Cuánto hace de eso?
-Unas dos semanas.
-¿Llevo dormida tanto tiempo?- no era posible, no recordaba haber dormido tanto tiempo, apenas fueron un par de días, ¿verdad?
-Estabas en coma, amor. El doctor de la manada venía a verte cada día, pero no había nada que pudiera hacer para sacarte del coma. Sentía tu mente, atrapada sin poder moverse, llamándome a gritos.- su voz flaqueó y se detuvo, sus ojos llameando.- No voy a volver a dejarte sola.
No fue culpa tuya, Roman. Como ángel, debería haberme defendido mejor.
-Ya no eres un ángel, eres mi Luna, y como tal, te protegeré hasta que muera.
Sonreí, agotada. Estiré el brazo y pasé mis dedos entre su cabello revuelto y sin peinar. Tenía sombras bajo los ojos de no poder dormir, que le daban a su hermoso rostro un toque enfermo. Puse mi mano sobre su frente, más caliente de lo normal y mis ojos se llenaron de lágrimas.
Él no había descansado en ningún momento, velando por mi.
Tiré de su camiseta hacia mí y él se tumbó a mi lado, intentando no dañar mi cuerpo roto. Me coloqué de forma que no me doliesen las costillas y apoyé la cabeza en mi mano. Observé su rostro cansado y sus ojos, de nuevo del color de la miel, que se iban cerrando a momentos.
Enredé los dedos en su cabello negro y él ronroneó.
-Duerme, mi Alpha.- susurré. Besé la comisura de sus labios y su mejilla. Roman enterró la cabeza en mi cuello y aspiró mi aroma, cerrando los ojos. A los pocos segundos, sentí su respiración pausada en mi cuello.
Poco a poco, fui capaz de volver a moverme sin ayuda, pero sentía que todavía mi cuerpo no estaba de todo sanado.
Después de vestirme, bajé por las escaleras lentamente, agarrada a la barandilla. Roman había salido, tenía cosas que hacer en la manada. Sabía que los lobos habían salido a cazar, y no había nadie en la casa en este momento. Roman no me dejaba salir sola, a pesar de que le había dicho miles de veces que necesitaba volver a practicar con el arco, que no podía protegerme siempre.
En la esquina del sofá, está mi arco. Lo recojo con el brazo roto, siento que no tiene fuerza y eso me enfada.
Salgo de la casa con paso decidido y echo a correr hacia el bosque. Las hojas del sauce se empezaban a caer con el viento y la época y creaba un manto en el suelo de hojas verdes y naranjas que crujieron al pisarlas.
Saqué el arco, preparé una flecha y... fallé. Mi brazo derecho no tenía fuerza suficiente como para tensar la cuerda. Se me agarrotaba por momentos y el moratón que me había dejado tras la rotura se ponía más amarillo.
Volví a preparar mi flecha, pero el brazo me tembló y se desvió de nuevo. Maldije, tenía que funcionar, no podía estar siempre indefensa. No quería ni imaginar lo que dirían mis padres si me viesen en ese estado.
Entonces, a mi espalda, las hojas crujieron y al girarme, me encontré con un lobo gris.
-Calum... yo...
Me habían pillado.
"Perdone, Luna, pero tengo que hacerlo"
-¡No!
-¡Dalía!- oí el rugido de Roman por todo el bosque y Calum se desvaneció entre la maleza con velocidad.
-Maldita sea, lobo.- gruñí, como se notaba que era un ángel. Bajé el arco y esperé hasta que Roman me encontrase.
A los pocos segundos, apareció Roman echó una furia, semi desnudo, con los ojos negros como el carbón. Agarró mi mano buena y tiró, más bien me arrastró, de vuelta a la mansión.
Cerró la puerta de nuestra habitación con un portazo y me soltó. Agarró de mis manos el arco y las flechas y las tiró al suelo.
-Cuidado con ellas, son valiosas.- le dije, intentando encontrar un lugar por el que escabullirme.
-¿¡No te dije que no podías salir sin mi!?- rugió, sus ojos negros se clavaron en mi.
Me encogí, pero le sostuve la mirada.
-Soy mayor para salir a entrenar sola.
-No lo eras hace poco.- gruñó.
-Roman...
-NO, no sabes lo que pasé yo sin ti. ¿Quieres hacer que vuelva a pasar por ello?
-Roman, soy adulta y soy una persona libre para hacer lo que quiera.
-Tú eres MÍA.
-No lo seré si sigues así.
Roman empujó mi cuerpo hacia atrás, contra la cama y unió sus labios furiosamente a los míos. Caímos sobre la cama, con los cuerpos pegados, su cálida piel contra mi cuerpo parecía fuego.
Enredé los dedos en su pelo suave y él se apretó contra mí. Mis piernas se enredaron en su cintura cuando sus labios besaron mi cuello, sobre la anterior marca.
Entonces, alzó la cabeza y me miró.
-¿Qué ocurre?- le pregunté.
Sus dedos rozaron mi cuello y me estremecí.
-La marca no está.
-El vampiro me mordió, creo.
Sus ojos negros me taladraron. Rocé suavemente mis labios en su mandíbula.
-No pasa nada.
Moví mi cuerpo contra su masculinidad, y él gimió.
-No tan rápido, gatita.
Bajó la cabeza de nuevo a mi cuello y lo mordió. Alcé la barbilla para darle mejor acceso, con un gemido involuntario, y fue cuando comprendí que estaba completamente a su merced.
Hicieran lo que hicieran para separarnos, él siempre me encontraría, estuviera donde estuviera.
Nuestro destino no era normal, pero sí único.
Hola a todos/as!
¿Que tal estáis?
Yo hasta las narices de instituto y eso que acabo de empezar.
Bueno, espero que os guste, votad y comentad.
Besos <3
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Fallen Angel
FantasyDescubrí por las malas que los ángeles no eran seres bondadosos como se dice en los libros, no tiene aureola, ni visten todos de blanco como santos. Es más, a veces pueden ser peores que los demonios. ¿Qué como sé yo eso? Porque soy uno de ellos. Él...