Desperté la mañana siguiente, enrollada en un montón de mantas, el sitio a mi lado estaba frío, pues Roman se había levantado hacia ya rato.
Me levanté y me vestí con una camiseta y unos shorts negros. Bajé las escaleras descalza, peinando mi cabello rebelde con los dedos.
Cuando iba a entrar a la cocina, sentí dos fuertes brazos enredarse en mi cintura y mi espalda apoyada contra un fuerte y cálido pecho.
El aliento de Roman me hizo cosquillas en el cuello cuando sus labios rozaron un punto bajo mi oreja.
-Buenos días.- susurró.
-Hola.
Me giré entre sus brazos y uní mis labios a los suyos en un suave beso. Su boca sabía a ese amargo líquido negro que tomaba todas las mañanas que yo tanto amaba.
-¿Por qué no te calzas y nos vamos de picnic?- me dijo.
-Vale.- exclamé, entusiasmada.
Corrí escaleras arriba a por unos zapatos, pero unos brazos me alcanzaron antes de que pudiera salir de nuevo. Me revolví y pateé el cuerpo que me tenía sujetada. Oí un gruñido y un paño me cubrió la boca y la nariz. Un sopor me invadió y dejé de revolverme cuando caí dormida.
Abro los ojos lentamente, parpadeando para enfocar la mirada. Mi mente tarda unos instantes en recordar todo lo que había ocurrido anteriormente. Vagamente recuerdo la voz de Roman y luego, nada, solo un sopor eterno.
Al mirar a mi alrededor, me encuentro en una sala bastante amplia, con una ventana en un lateral, cubierta con rejas, y una pesada puerta de madera. Al tirar de mis manos, me di cuenta de que estaban presas, con una especie de cuerda enrollada alrededor de las muñecas. Me giro un poco, y llego a ver los objetos que me rodean. Hay una pequeña cama que no tiene sábanas, con un cabecero roto de metal. Una mesilla de madera y el suelo de piedra cubierto con una mullida lona.
Inspiro lentamente, intentando concentrarme en la situación. No sé donde estoy, con quién, o si habrá alguien para poder ayudarme. Tengo que encontrar una manera de salir de allí antes de que la persona que me trajo aquí apareciese.
Muevo las manos, pero es imposible soltarlas, están muy apretadas. Me arrastro por el suelo, alcanzando el cabecero de metal. Froto las cuerdas contra la punta afilada, y me doy cuenta de que me va a llevar un buen rato.
Mientras la luz al otro lado de la ventana va cambiando lentamente, todos mis sentidos están alerta. Los olores no me dicen nada del lugar, solo un buen rastro de humedad. Los sonidos son bastante nulos, unos cuantos pájaros, pero ningún indicio de que haya alguien conmigo.
Pero entonces, la puerta de mi celda se abre y un hombre esbelto y grácil entra, cargado con una bandeja de comida. Paro de frotar las cuerdas, no quiero que se de cuenta de que voy a lograr salir.
-Veo que ya estás despierta.- su voz es suave, pero no me gusta la sensación que desprenden sus ojos al mirarme.
-¿Qué quieres?- mi voz sale como un graznido, ronca y seca.
-De ti nada, si es posible.
El hombre deja la bandeja frente a mi y se inclina a mi lado. Su mano coge el bocadillo y lo pone sobre mis labios. Está loco si cree que voy a comer algo de lo que él me de.
-¿Qué quieres de mí?- inquiero de nuevo.
Suspira y se levanta, dandole un mordisco al bocadillo.
-He dicho que no quiero nada de ti. Tu olor indica que eres de un Alpha, necesito hacer negocios con él.
-No conozco a ningún Alpha.
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Fallen Angel
FantasiDescubrí por las malas que los ángeles no eran seres bondadosos como se dice en los libros, no tiene aureola, ni visten todos de blanco como santos. Es más, a veces pueden ser peores que los demonios. ¿Qué como sé yo eso? Porque soy uno de ellos. Él...