Capítulo 10

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Me puse completamente roja tras decir esas palabras, a pesar de que eran verdad, no me acostumbraba a ello. El único que había oído eso era Kai y no pasamos más de dos meses juntos antes de que aquello ocurriese.

Bajé la mirada y me mordí el labio inferior.

-No hagas eso si quieres conservar ese labio.- me dijo Roman. Agarró mi barbilla y me hizo alzar la mirada. Sus ojos se clavaron en los míos, bajó la cabeza y besó mis labios con lentitud, saboreándolos, haciéndome gemir.

-Tengo que marcharme.- susurró las palabras en mi oído, tan bajo que apenas lo oí.

-¿Qué?¿Por qué?

-Tengo trabajo en los pueblos cercanos. Pero tú te quedarás con Alex, todo el tiempo. Le he dicho que no se separe de ti ni para dormir. Aunque como te toque, me encargaré de él.

-Pero...

-Tranquila. Volveré enseguida.

No confiaba en nadie, solo en él, por eso me asustaba la idea de quedarme sola. Roman se tumbó de lado junto a mi y me miró. Deslizó los dedos por mis labios hinchados, por mi mejilla y bajó con suavidad hasta mi brazo vendado.

-Lo siento.- apretó la mandíbula con fuerza, pero sus manos eran cálidas en mi brazo.

-No pasa nada.



Roman se marchó a la hora de comer, dejándome sola en la entrada de la mansión. Me senté en las escaleras y observé la gente por el pueblo. En la plaza había un pequeño puesto de collares, así que me acerqué a echar un vistazo. En Arcadia, todas las mujeres comenzaban a llevar joyas desde los diez años. Era una costumbre que a mi madre le encantaba, pero a mí no me hacía mucha ilusión. Me acuerdo de que, cuando era pequeña, me regalaron unos pequeños pendientes en forma de candado, supongo que siguen allí arriba. Sacudí la cabeza y me centré.

La señora en el puesto era mayor, su rostro poblado de arrugas y el pelo recogido en un apretado moño. Su rostro era dulce y amable y me sonrió al acercarme.

-Bienvenida, Luna.- me dijo. Su voz era suave, delicada y también antigua.

-¿Cómo sabe quién soy?

-El Alpha es un hombre muy orgulloso, como su padre, está hablando de usted por todas partes.

-Por favor, no me trate así. Seamos amigas, me llamo Dalía.

La mujer asintió con una sonrisa.

-Mi nombre es Aúrea. Era la niñera del Alpha de pequeño.

-Encantada.

Miré los collares sobre la mesa, cubierta por una manta.

-¿Los hace usted?- le pregunté, sorprendida. Los collares brillaban con luz propia bajo la luz del sol. Eran pequeñas figuras talladas en madera, pintadas delicadamente. Uno de ellos me llamó la atención. Era un ala de ángel, de perfil, con una llave y un candado al lado. La llave tenía una piedra preciosa del color del mar en la parte superior.

-¿Te gusta este?- la mujer cogió el collar por la cadena y se inclinó para ponérmelo. El ala se deslizó sobre el hueco en mi pecho con un fino tintineo.

-Me encanta.- le dije, agradecida.

-Es todo tuyo, Luna Dalía.

-Gracias, de verdad.- me incliné sobre la mujer y envolví con suavidad los brazos alrededor de su frágil cuerpo. Besé su arrugada mejilla y le sonreí.- Me encanta.

Fallen AngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora