Hola a todos!
Lo siento mucho, no me matéis. Sé que no he subido cap en por lo menos dos semanas. Pero tengo un por qué. El maldito internet no funcionaba durante todos estos días. La compañía cortó la conexión y lo acabamos de solucionar. Siento si no os he respondido a los comentarios, ha sido por eso.
Gracias por esperar al cap y por leer esta pequeña nota. Sin más preámbulos, os dejo con el cap.
Besos:3
P.O.V DALÍA
En cuanto cierro los ojos, mi mente me teletransporta a otro lugar. Al abrir los ojos, me encuentro en Arcadia, mi amada ciudad. No entiendo cómo he acabado aquí. Sin duda, debe ser un recuerdo del pasado, ¿verdad?
Observo a mi alrededor, estoy en una parte oculta del castillo. La descubrí un día cuando me escapé de los guardias, mientras mi padre tenía una reunión con el rey. Era una pequeña construcción, rodeada de enormes sauces llorones y rosas azules. En el interior, estaban las construcciones hechas para homenajear a los Seis grandes. Los seis ángeles más poderosos, entre ellos, mi padre. Nunca supe si de verdad ellos estaban enterrados allí. Si así era el caso, mi padre estaría allí. Camino con paso seguro al interior, la puerta de madera cruje al abrirse. Sin embargo, lo que me encuentro no es la sala que vi un día, si no dos hombres.
Los reconocí casi al instante, uno de ellos, el más alto y pálido, es Ka-ael, el rey del reino vecino al nuestro. Cuando me di cuenta de quién era el otro hombre, se me paró el corazón. La cara que me aterró durante años en sueños, el hombre que me arrancó las alas a sangre fría.
-Rasael...- su nombre escapó como un susurro de mis labios. Me escondí detrás de una de las columnas, temerosa de que lo que estaba viendo fuese real y me descubriese allí de nuevo. Sin embargo, los dos reyes no parecieron darse cuenta de mi presencia.
-No puedes hacer eso, Rasael.- le decía el rey Ka-ael.-Yo te lo he dado todo, no puedes arrebatarme lo que más amo.
¿De qué estaban hablando? Me asomé a mirarles, seguían mirándose unos a otros sin notarme. Aún con temor, avancé hasta ellos, casi tanto que les podía tocar si avanzaba unos pasos más. Alargué la mano e intenté apoyarla en el hombro del rey vecino. Mi mano traspasó su hombro, como si el hombre fuese un fantasma o una simple visión.
Y entonces, fui devuelta a la sala de las estatuas. Allí, me encontré con seis hombres, todos ataviados de blanco, sentados en la mesa, observandome.
Entre ellos, un rostro que me es muy familiar me hace jadear. Mis ojos se nublan, amenazando con soltar una lluvia de lágrimas. El hombre que tengo frente a mi es mi padre, el arcángel Gabriel.
-Padre....
-Dalía.- se levanta de la silla y camina hacia mi con esa elegancia masculina que siempre he adorado. Extiende los brazos y me lanzo hacia él, envolviendome en esa calidez que recordaba desde que era pequeña.
-Padre.- las lágrimas ya no pueden ser contenidas durante un segundo más y caen por mis mejillas.-Te he echado tanto de menos, papá.
Apoyo la cabeza contra su cuello cuando me abraza con fuerza.
-Y yo, hija.
Después de unos minutos de cómodo silencio, una voz nos interrumpe:
-Gabriel, ¿qué hace tu hija aquí?
Nos separamos un poco y padre mira al hombre que ha hablado. Le reconozco, él es el angel Miguel, el más poderoso después de Dios.
-¿Qué ocurre? Estábamos esperando a alguien... más. No a ella.- dijo otro hombre.
-¿Qué?
-Hija, nosotros somos....
Abro los ojos sobresaltada, ya no me encuentro en la brillante Arcadia, si no en la habitación en la manada de mi lobo.
-No, padre.- gimo al aire. No puede ser una ilusión, quiero volver con él.
-¿Dalía?- Roman se mueve a mi lado en la cama, con voz adormilada. Se gira hacia mí y su mano se apoya en mi cintura, tranquilizadora.-¿Estás bien?
Respiro hondo, mentalizándome de que solo ha sido un sueño, pero mi corazón no deja de latir como loco, incapaz de creer que no era real. Me abrazo con fuerza al cálido cuerpo de Roman, que me envuelve entre sus brazos, sus manos crean círculos en mi espalda.
-Está bien, estoy aquí, estoy contigo.- con sus suaves susurros y su cálida voz en mi cuello, me duermo de nuevo.
La mañana siguiente, Roman había desaparecido. Cuando le pregunté a Alex, me dijo que estaba ocupándose de la manada a la que atacaron los rogues, en busca de supervivientes.
-Él estará bien, Luna, siempre tiene cuidado.- me dice. Sin embargo, un sentimiento estremecedor asola mi pecho. No sé qué significa, pero duele.
Me dirijo hasta la casa de Aúrea, deseando probar esos deliciosos pasteles que hace siempre. Cuando iba a llamar a la puerta, escucho unos gritos y unos pasos que se acercan a la puerta con furia.
-No, déjame en paz.- exclama una voz femenina.
-Mar, por favor. Habla conmigo, amor.
-No, se acabó, no voy a completar la unión con un hombre como tú.
-Cariño....
-¡Fuera de mi casa!
La puerta se abre y un hombre es empujado fuera de la casa. La chica que antes gritaba le lanza un jarrón desde la puerta, que él esquiva, y sale corriendo. Ella se mete en la casa de nuevo, y sus sollozos de tristeza se clavan en mi cabeza.
Entro y me dirijo a la cocina, donde la mujer está sentada, con una taza de té entre sus arrugadas manos.
-Luna...- me dice.
-¿Quiénes eran, Aúrea?
-Mi nieta Mar, y su pareja Jusep.-suspira resignada.
-¿Qué les ocurre?
-Están pasando por la danza de apareamiento. Cuando dos Mates van a crear el vínculo, primero pasan por... diferentes estados, cada pareja por uno diferente. Ellos no lo llevan bien desde que empezaron a salir.
-¿Ellos no se aman?
La mujer niega con pesar. ¿Que pasaría si Roman dejara de quererme como lo hace?
-Su relación no es como la vuestra, él la quiere, pero Mar intentó rechazarle. Pero si la otra parte de la pareja no acepta el rechazo, siguen estando unidos por la luna. Y eso les lleva al dolor cada vez que se unen.
Me siento a su lado y cojo su pequeña mano entre las mías.
-Te ves confundida, ¿ocurre algo?
-No, solo... un dolor en el pecho.- le explico.
-¿Roman está lejos?
Asiento. Me quedo perpleja ante la sonrisa de la mujer, sus ojos llenos de lágrimas.
-Felicidades, Luna...
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Fallen Angel
FantasyDescubrí por las malas que los ángeles no eran seres bondadosos como se dice en los libros, no tiene aureola, ni visten todos de blanco como santos. Es más, a veces pueden ser peores que los demonios. ¿Qué como sé yo eso? Porque soy uno de ellos. Él...