Capítulo 2

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Los años pasaron, recorrí cada rincón del bosque, estudiando el relieve, la fauna y las plantas, aprendiendo cosas que nunca creí posibles. Los animales parecían venir a mi como por arte de magia, yo tenía algo que los atraía. Y poco a poco fui capaz de establecer lazos con algunos de ellos, de entenderlos, de aprender a no molestarlos en sus habitats. 

Pero, a pesar de que en el bosque me sentía a gusto, no me atreví ni una sola vez a salir de los límites del mismo. Temía a los humanos, desde aquella vez que me raptaron no volví a acercarme a uno de ellos. Pero muchas veces, los humanos entraban en el bosque y atacaban a los animales, y eso me entristecía, a pesar de que yo hacía todo lo posible por evitar que entrasen.

Mi aspecto cambió con los años, pues había dejado de ser la hija cobarde de los nobles. Mis facciones se afilaron y dulcificaron, con rasgos propios de un ángel adulto. Me había cortado el cabello, antes largo por la cintura, pues se enredaba en las ramas bajas de los árboles. 

Había aprendido a caminar sin el peso de mis alas, a pesar de que muchas veces echaba de menos el sentir el viento por la mañana en la cara. Me había quedado con bastantes cosas de la cabaña a la que me llevaron los hombres, como unas vendas que utilizaba para envolver lo poco que quedaba de mis alas cercenadas. Mi mente había grabado con fuego el rostro de los guardias del rey, a pesar de que sabía que no tendría oportunidad de volver a Arcadia.

Desperté por la mañana, entre las hojas de un árbol, al que había subido la noche anterior para ver el anochecer.

Me estiré y bostecé, mientras me levantaba, haciendo equilibrios sobre la rama. Me agarré a ella y caí en cuclillas en el suelo, sin hacer ruido alguno. Busqué una pequeña laguna que conocía como si fuera mi mano y me agaché a lavarme la cara en el agua cristalina.

Como todas las mañanas, caminé por el bosque y por sus límites, observando de lejos a los humanos, con sus enormes máquinas de metal andantes que contaminaban el puro cielo.

A las pocas horas, oí el traqueteo del sonido de una de esas máquinas de los humanos subir por el estrecho sendero que llevaba a lo alto de la montaña en la que se asentaba el bosque.

Me levanté de la pradera en la que estaba descansando y seguí el sonido de árbol en árbol, saltando entre las ramas sin ser vista. La máquina se detuvo en lo alto y de ella bajaron un hombre y una mujer con una niña en brazos. De la parte trasera de la máquina sacaron una cesta y buscaron un lugar en el que sentarse.

Me acomodé en lo alto de un árbol, entre las hojas para poder observar a la familia sin ser vista.

Se sentaron en el suelo y sacaron comida de la caja, mientras observaban a los animales y charlaban en un idioma que no entendí.

Las horas pasaron y los padres se quedaron dormidos en la hierba; pero la niña, que era más curiosa, se adentró entre los árboles en pos de una mariposa. Negué con la cabeza ante la torpeza de los niños humanos y seguí a la niña por el bosque, consciente de que cuando los padres despertasen se preocuparían por ella.

Por unos momentos perdí a la niña de vista, pero la volví a encontrar, guiada por sus sollozos. Y la encontré recostada contra un árbol, con la carita entre las manos, llorando y llamando a sus padres.

Bajé del árbol y eso la asustó. Me miró con los ojos como platos mientras me acercaba a ella.

Le tendí una mano, que ella cogió con un sollozo, y di media vuelta, de camino al claro, con la niña colgando de mi mano.

Sentí su mirada sobre mí durante todo el camino, pero no habló. Cuando llegamos, la dejé sola antes de que sus padres me viesen y subí de nuevo al árbol. En el claro, sus padres la recibieron entre abrazos y regañinas y la niña les dijo algo que les hizo mirar hacia el bosque.

A los pocos minutos, se habían ido, dejando el bosque de nuevo en paz. Miré la luna, reluciente sobre los árboles y observé el cielo azul oscuro, sin niguna nube. Por un momento, creí ver una gran estructura a lo lejos, pero negué con la cabeza y me obligué a olvidarme de mi hermano y de Arcadia.

Desperté a media noche, con unos gemidos resonando en el bosque. Bajé del árbol y me dejé llevar por el sonido torturado hasta una pradera en tinieblas por las hojas de los árboles cubriendo la luz de la luna.

En ella, oculto por las altas hierbas, se retorcía de dolor un lobo, negro como el carbón. Al acercarme, pude apreciar que era enorme, el doble de tamaño que los lobos normales.

Me arrodillé a su lado, con cuidado, y el lobo abrió los ojos con dolor, unos ojos amarillos como el sol. Extendí la mano y pasé los dedos entre su suave pelaje, intentando calmar los sollozos que emergían de su boca.

Debí de pasar toda la noche acariciando su pelaje como la noche, hasta que, el sueño me pudo y caí dormida sobre su lomo fuerte y poderoso.

La mañana siguiente, un olor masculino, fuerte y agradable, llenó mi olfato. Al abrir los ojos, los rayos de sol bañaban la pradera. Me encontraba tumbada sobre un brazo fuerte, con un pecho duro contra mi espalda.

Un cuerpo se movió contra mí y algo en mí se encendió. Me di la vuelta con cuidado y lo que encontré frente a mí no tenía descripción. Era un chico, con el pelo negro como la noche, con rasgos duros y masculinos. Tenía un nariz recta, pómulos marcados y sus labios... Oh, dios mío, tenía finos y rosados labios.

Mi respiración se aceleró y, cuando me iba a levantar de su abrazo, él abrió los ojos.

Hola chic@s!

Perdón por subir tan tarde, pero he tenido que hacer unas cuantas cosas. De todos modos, me encanta este cap en el que se conocen ellos dos!

Él es tan.... sexy. No lo sé, es el personaje masculino que mejor me ha quedado en mi opinión. Y como actor he escogido a Wade Poezyn porque creo que le representa muy bien. Dejad en los comentarios si os gusta y si no, siempre podéis sugerir uno o cambiar cualquier cosa. 

Ya me voy despidiendo, un beso, y lo de siempre:

Votad y comentad!

Fallen AngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora