Yo no necesito de ningún hombre para salir adelante, ten eso claro.
¿Amor?
...por favor eso no es para mi
Sentada en su oficina, repetía por quinta vez en su mente Lalisa Manoban mientras miraba al apuesto hombre que estaba en el escritorio justo...
—Necesito que ubiques a este artista o su representante, ahora mismo te envío las fotografías de sus trabajos — Lisa daba instrucciones por teléfono con su asistente Bang Chan mientras la luz del semáforo estaba en rojo — Por hoy no iré más a la galería, así que infórmame si algo sucede.
Esa mañana un contacto de suma confianza que trabajaba en New York le habló de una promesa artística. Un artista de trayectoria internacional que después de negarse tanto tiempo a exponer en su tierra natal, Corea del Sur, esta buscando reconciliarse con la nación.
« ¿Podría ser está la nueva propuesta para la galería que tanto necesita ahora para ganar la competencia? »
Entre tantas reuniones que había tenido en la mañana y parte de la tarde le fue imposible almorzar; y es que lo que aparentaba ser una mujer con una vida muy organizada y controlada era en muchos cosas solo eso, una apariencia. Aún habían aspectos de su vida personal que escapaban mucho de sus manos, por ejemplo, su pasado.
En su rostro se dibujo una sonrisa al ver desde su auto que aquel restaurant tenía sus puertas abiertas. Cada viernes su subconciente la desviaba del camino y la conducía a esa pequeña parte de Bangkok.
Lalisa Manoban tenia mucho tiempo sin ir a Tailandia, su país natal. Había roto la promesa que le hizo a su abuelo cuando tenia apenas 14 años, ahora más que nunca estaba involucrada con el arte. Por esa razón se le hacia cada vez mas difícil entablar una conversación con él, no quería mentirle y mucho menos que sufriera por sus acciones, pero tampoco estaba dispuesta a alejarse del arte como su abuelo tanto le pedía.
Extrañaba con demasía a su madre, que a pesar de no recordarla claramente sabía que solo ella podría entender su amor al arte.
— Señorita Manoban que gusto verla por acá — La recibía con una sonrisa el gerente del restaurant quien la acompaño a una de las mesas donde acostumbraba sentarse. Curiosamente la tailandesa venia esbozando una sonrisa algo extraña, cargada de una nostalgia que él muy bien podía percibir, tenía meses viéndola con esa misma expresión — En un momento le será servido su platillo por ahora espero disfrute este vino.
— Gracias —Ella era de pocas palabras y más en ese lugar donde sus pensamientos la abstraían completamente del entorno. Le era inevitable sentirse sensible cada vez que entraba al restaurant e inspiraba todos los aromas de la comida Thai con los que creció.
« ¿Cómo está él? ¿Tomar su medicina a tiempo? ¿Seguirá trabajando en la empresa? Debería dejarlo, es un abuelo y... »
Una carcajada escandalosa la extrajo de sus pensamientos, el ruido era tanto que se escuchaba en cada rincón del poco concurrido restaurant. Comenzó a buscar al dueño de tal ruido y entonces lo vió.
Un alto castaño que se burlaba exageradamente al parecer de su acompañante un caballero de traje elegante, « que corriente» pensó al volver la mirada al primer hombre.
— Aquí está su orden Señorita — le sirvió el hombre — Señorita Manoban... Señorita... — el gerente se percató de la distracción de la dama por lo que direccionó su mirada al lado derecho donde se encontraban dos caballeros y sin detenimiento alguno se atrevió a hacer la observación.
— Los caballeros no son de aquí, por lo menos uno de ellos lo reconozco y sé que es de New York de hecho fue un...
« ¿Oh? »
— ¿Disculpe? — Lalisa fue sorprendida tan repentinamente que incluso se alcanzó a divisar un tono rosa en sus mejillas.
— Los caballeros que estaba observando Señorita, ellos son... — dijo el gerente antes de ser interrumpido.
Y el rostro de la pelinegra cambio completamente.
— ¿Qué le hace pensar que esa información es de mi interés? Mejor asegure un ambiente tranquilo y sin escándalos a sus clientes — contestó con sequedad dirigiendo una fría mirada al hombre esperando que este se retirara.
— Disfruté de su comida Señorita — El gerente logró entender la mirada de la pelinegra por lo que se limitó a retirarse sin decir nada más.
Entonces volvió esa mujer fría y amargada que venía a comer Pad Thai cada viernes en Khwāmkhidt̄hụng.
« ¡Que insolente! »
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Hola✨ Espero que disfruten del capítulo
Comenten que les está pareciendo la historia hasta ahora🙈
