Capítulo 8.

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Eran cerca de las diez de la noche cuando Lan Huan finalmente llegó a casa, abriendo con delicadeza y cuidado la puerta de la entrada principal. La hora de dormir de su hermano había pasado hacia algo de tiempo, por lo que era muy probable que el menor ya estuviese durmiendo.

Colocó sus llaves encima de un tocador a un lado de la puerta después de cerrarla. Se quitó sus botas y las dejó en una esquina para luego dirigirse a la sala de estar. Acomodó su maletín y un par de bolsas en un rincón y al ver la bolsa de papel que le había sido entregada por cierto joven de ropas rojas, Lan Xichen se decidió por dirigirse a la habitación de su hermano menor.

Tocó la puerta un par de veces, esperando de forma paciente para recibir una respuesta. Sus orbes verdes recorrieron la madera blanca durante unos segundos hasta que la silueta somnolienta de un adorable Lan WangJi se posó frente a él.

El joven refregaba su ojo derecho con una de sus manos hecha puño. El otro se veía un tanto hinchado y brillaba en la oscuridad. Su nariz y sus labios se encontraban levemente rojos y una camisa manga larga gris y unos pantalones de pijama del mismo color cubrían su esbelta silueta de las bajas temperaturas.

— ¿Mn? — alejó la mano de su rostro y observó a su hermano a los ojos, esperando a que continuara. Xichen normalmente volvía tarde después de cumplir con su trabajo en el teatro y Lan Zhan ya se había acostumbrado un poco. Aunque no pasaba muy seguido ya que eran dos veces a la semana como máximo, al menor no le disgustaba del todo esa rutina, cenando solo de vez en cuando y terminando los pendientes que tuviera para cumplir y después dirigirse a su habitación para darse un baño y descansar.

Le gustaba la paz y el silencio, así que la soledad que se expandía por los rincones de su hogar cuando no tenía compañía, era un tanto agradable.

— WangJi, lamento despertarte, pero el joven Wei me ha pedido hoy que te entregue esto. — Le ofreció una sonrisa al chico de orbes dorados, elevando el brazo para mostrarle la bolsa de papel que sostenía entre sus dedos para entregársela aún si su menor no parecía del todo seguro al tomarla.

— ¿Para mí? — Observó la bolsa con cautela, como si quisiera ver a través de ella su contenido. El haber escuchado el nombre de Wei WuXian salir de la boca de su persona más cercana lo hizo estremecer. Su corazón palpitó con fuerza, causando una leve sensación de dolor y sus manos sujetaron con firmeza lo que le había sido entregado.

— Sí. Dijo que quiso entregártelo hoy pero cuando fue a buscarte ya no estabas. — el más bajo asintió despacio, entendiendo las palabras de su hermano. Recordaba haber huido cuando Wei Ying le miró con una sonrisa orgullosa y la creciente sensación de satisfacción consigo mismo emergió desde su interior al ver la aprobación en el joven de rojo. Era algo que le había aterrado un poco, o quizá, avergonzado. Pero no quería quedarse allí para averiguarlo. En ese momento se sintió un poco tonto por haber actuado de esa manera y la idea de que su mayor le estuvo buscando para entregarle lo que sea que le había pedido a su hermano darle, hizo su vientre revolotear. — Antes de irme, WangJi, ¿comiste antes de ir a dormir?

— Mn. Guardé comida para ti en la cocina.

— Gracias, WangJi. Que descanses.

El mencionado cerró la puerta una vez su hermano se dio la vuelta y caminó hasta la cama con la bolsa de papel entre sus manos. La colocó sobre la encimera y tomó asiento sobre la superficie blanda, observando el papel oscuro con duda.

Estaba debatiéndose sobre si debía abrirla o no.

Apretó levemente la mandíbula y humedeció sus labios para tratar de tomar un poco de valor.

"— ¡Lan Zhan! ¿Te gusta el chocolate?"

Lan WangJi suspiró.

La sonrisa de Wei WuXian apareció en su mente como un rayo cegador de luz cálida que le abrazó, arrebatándole incluso la más mínima sensación de frío. Wei Ying se había convertido en... No había una forma de describirlo. Aún si intentaba, era imposible encontrar las palabras adecuadas para ello. Era demasiado alegre, a veces, podía ser tedioso, Lan WangJi lo sabía. Pero a él no le disgustaba su alegría en absoluto. Era cálido, pero no al nivel de ser desagradable y su compañía era simplemente maravillosa.

Los dos jadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora