Carta 18.

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Querido cielo,

Ed ha venido a mi casa.

Y descubrió la caja donde guardo las cartas para ti.

Las ha leído, antes de que yo pudiera evitarlo.

¡Y me ha mirado como miran aquellas personas que nunca han sufrido el mero daño!

¡Con ese apesumbrado y estupido brillo en los ojos que dicen: OH POBRE MARTIR!

¡Y odio eso! ¡Porque no lo quiero ser! No quiero ser alguien a quien relacionen su historia, su ser, solo con sus dolencias, sus desgracias y sufrimientos.

Quiero que el libro de mi vida hable de esperanzas, sueños y alegrías.

Pero él ya me ha dado esa mirada. Ya tiene esa perspectiva de mí.

Y, por lo tanto, para él, ya soy una triste narración.

Le grité demasiadas cosas y lo he echado de mi vida.

No, querido cielo, no me regañes con truenos.

Por favor.

Solo quiero dormir.

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