Querido cielo,
Han pasado ya meses desde que no he tenido el poder de usar una lapicera para escribirte una de mis cartas.
Es que en el hospital, evitan que estés en contacto con esas cosas. Cosas que atentan contra tu vida.
¡Pasaron demasiadas cosas!
Pero retrocedamos a aquel día.
Tía Rosie llegó de casa de su hija minutos después de que lo hice. Y aunque yo estaba incosnciente, la hipocresía gritaba en mi oído. Porque lo que había hecho era prueba de que fingía preocuparme por ella, por su felicidad, mentía cuando le decía que gracias a su hospitalidad había logrado salir de aquel pozo de depresión. Ya le he pedido perdón mas veces de las que he podido contar pero creo que la culpa no se irá.
Al abrir mis ojos y encontrarte mirándome a través de la ventana de la blanca habitación del hospital, me pregunté porqué no había podido dejar este universo para adentrarme en el tuyo, querido cielo, para formar parte de un pedacito de ti.
Ed había ido a verme días después. Llevaba un paquete de chocolates para mi y una pequeña nota con una vieja canción en ingles "Vamos nena triste, sacude tus ojos cansados. El mundo te esta esperando. Tal vez todos tus sueños llenen el cielo vacio.Pero si eso te hace feliz, sigue aplaudiendo. Solo recuerda que voy a estar a tu lado."
Y entonces comprendí que como en muchas cosas, había estado equivocada. Él nunca me había mirado juzgando mi pasado, ni tampoco era para él una triste canción de penas. Yo era yo, él queria estar en mi camino aún cuando yo le habia dejado ver solo la mitad de mi. Y sus ojos no me miraban con lástima, veían a través de mí, ayudandome a encontrarme.
Han pasado muchos días y meses -quizá mas de lo que me gustaría- desde que me lanzé a un volcán de temible fuego, que me quemaba desde adentro hacia afuera. Volcán del que no podia salir.
Pero al fin lo he logrado.
Y resplandeces tanto hoy, omnipotente cielo, nunca has estado mas bello.
O, tal vez, siempre has estado igual, pero hoy te miro con otros ojos.
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Sky.
Short StoryCreo que todos podemos contar historias, y todas merecen ser leídas. Incluso si estas van dirigidas al cielo, o a nosotros mismos.