Capítulo 1
Anahí Puente se secó las palmas de las manos en el pantalón, alzó la cabeza y avanzó por el pasillo del hospital intentando aparentar confianza y seguridad. El corazón le latía con fuerza en el pecho y no podía dejar quietas las manos de los nervios. Se detuvo ante la cortina que separaba el cuartito del ajetreo sin fin de la sala de urgencias, y respiró hondo. Apartó la cortina muy despacio y se asomó.
El hombre que estaba echado en la camilla notó el leve movimiento, volvió la cabeza y la vio de pie, observando.
—Pasa, cariño, ¿estás buscando a alguien? —tronó la voz ronca e inesperadamente sexy de Alfonso Herrera.
Anahí tomó aire una vez más y echó una ojeada por encima del hombro para asegurarse de que no había nadie alrededor que pudiera impedirle ver al paciente. Como el camino estaba despejado, entró.
Incluso tumbado parecía enorme. Su pecho desnudo relucía como el bronce a la luz de los fluorescentes. El brillo dorado del vello ensortijado iba a tono con el rubio oscuro de su pelo. Sus músculos se contraían y se relajaban, formando olas bajo la piel tirante al ritmo que mecía el brazo herido con la mano derecha. Los vaqueros llenos de polvo estaban fuera de lugar en el entorno estéril del hospital. Las raídas botas de vaquero colgaban al borde del colchón atestiguando la altura del hombre y su profesión. Anahí tragó saliva y se acercó un poco más.
—Soy Anahí Puente. He venido a ver si estabas bien —comenzó, deteniéndose a unos pasos de él, sin atreverse a seguir avanzando. Tenía un nudo en el estómago. Esperaba estar nerviosa, pero no sentirse atraída por él de esa manera. Hacía siglos que no sentía el más mínimo interés por un hombre y se había prometido no volver a interesarse por un vaquero. Frunció ligeramente el ceño e intentó hacer caso omiso de la fascinación que iba creciendo en su interior.
—Bueno, cielo, no hacía falta que vinieras hasta aquí. Enseguida estaré como nuevo. Un par de huesos rotos, nada que no pueda arreglarse. ¿Quién eres? ¿Eres del comité de bienvenida del hospital? —preguntó, mirándola de arriba abajo, recreándose en cada milímetro de su cuerpo.
Anahí supo que su cuerpo no le disgustaría. Era lo mejor que tenía. Aunque, recordó con nostalgia, Bobby se había puesto romántico en alguna ocasión hablando sobre su largo pelo negro y sus ojos de un azul desvaído. Pero, bien pensado, a Bobby le ponían romántico muchas cosas, hasta los toros y los potros salvajes. Era atractiva y llevaba el pelo, largo y oscuro, recogido a la espalda en una trenza que le llegaba casi hasta la cintura. La camisa de cuadros y los pantalones vaqueros eran el atuendo normal en Jackson, Wyoming. Cuando movió la cabeza en respuesta a la pregunta, Alfonso suspiró.
—Era de prever, tal y como vas vestida. Aquí las enfermeras van de blanco —balbuceó, clavando los ojos en los de Anahí de nuevo.
Los ojos de Alfonso eran grises como la plata y estaban enmarcados en unas pestañas rubias gruesas y rizadas que suavizaban las facciones angulosas de su rostro bronceado. Por un instante, una llamarada atravesó su mirada, pero enseguida dejó paso a la ironía.
Tras esa mirada, Anahí sintió que su cuerpo ardía. Lo miró, esforzándose por sostener la mirada aunque sus ojos deseaban recorrer el extraordinario cuerpo masculino que estaba tumbado sobre la camilla. El sombrero de vaquero y la camisa descansaban sobre una silla y la visión del ancho pecho masculino la sobrecogía. La piel bronceada y tirante cubría unos músculos bien definidos. La pelusilla dorada que cubría su pecho la invitaba a recorrerlo con sus dedos para enredarse en los rizos y sentir su textura. El vientre era duro y plano, cubierto a medias por los vaqueros ajustados que llevaba puestos. Las botas eran viejas y estaban desgastadas y llenas de polvo. Levantó una rodilla, apoyando la bota en un extremo de la camilla.
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Marido de Alquiler
RomanceADAPTADA, ADAPATADA, ADAPTADA DERECHOS RESERVADOS A SU AUTORA: Barbara McMahon CAPA: @PORTILLAVIBES.