No sabía exactamente la razón de mis lágrimas. Me sentía estúpida por el simple motivo de estar llorando por alguien que no conozco lo suficiente. Antes de subir al coche me limpie el rostro, y llenando mis pulmones de aire entré en el.
-¿ha pasado algo con ese chico, Camil? -pregunto mi padre.
-No.
Gire mi cabeza hacia la ventanilla, gracias a que era de noche y las tenues luces de la calle no alcanzaban a iluminar mi rostro, mi padre no pudo ver que había estado llorando.
-¿Vas a contarme todo lo que ha pasado? Necesito qué empieces desde el día que llegaste aquí.
-¿Dónde esta mamá? -pregunte en un intento por cambiar de tema.
-aún está en Dubai. Tal vez venga en tres o cuatro días.
-¿por qué no vino contigo, papá?
-Trabajo. -carraspeo, parecía que al igual que yo, no quiera hablar mucho. -Bueno, Camil. En serio necesito que me pongas al corriente. No quiero enterarme por mi mismo, por que, dado el caso, te irá peor. Créeme.
Con un suspiro gutural le redacte mi pequeña historia. Desde el castigo en el gimnasio, hasta ahora.
Una vez en casa, subí a mi habitación y me metí al baño, abrí el grifo llenando la tina. Me deshice del sucio uniforme y lo lance a una esquina del baño. Me metí en la bañera, estaba un poco más caliente de lo que deseaba, pero extrañamente se sentía bien. Muy bien.
Una vez duchada y en el pijama, me fundí en mis sábanas. No quise cenar, era como sí mi garganta se hubiera cerrado y se negará a recibir ningún tipo de alimento. Aunque no había comido nada desde que salí del instituto.
Me desperté más temprano que los otros días, me coloque un chandal, mis zapatillas para correr Nike. Cogí mis llaves y silenciosamente, salí de mi casa.
Corrí. No se exactamente cuanto, pero supe que fue demasiado. Pare cuando sentía que mis pulmones ardían y ya no podía respirar. Me senté en un vanco en lo que suponía era un parque. La gente paseaba a sus perros y también hacían ejercicio, al igual que yo.
Cerré los ojos aspirando el olor a césped y el fresco húmedo aroma que tenía Londres en las mañanas. Tenía los pies estirados, las manos apoyadas a ambos lados en mis caderas y la cabeza ligeramente inclinada hacia atrás. Inhala, exhala. Lo hice un par de veces para calmar mi respiración. De pronto sentí como alguien tropezaba con mis pies y maldecía en voz alta.
Abrí los ojos atropelladamente y hice una mueca de dolor al notar que me había golpeado ligeramente los tobillos.
La chica yacía delante de mi, con una mano en la rodilla y murmurando incoherencias en voz baja. Me levanté rápidamente y le ofrecí mi ayuda.
-Lo siento mucho. ¿Estas bien? -dije, ofreciéndole mi mano.
-¿te parece que estoy bien? -no tomo el brazo que le tendí. -¡Creo que se me ha caído un pedazo de piel de la rodilla!
Grito abruptamente, yo puse los ojos en blanco al ver el pequeño raspón que se había hecho.
-A lo mejor deberías poner más cuidado por donde caminas.
-¡A lo mejor deberías poner cuidado donde pones tus pies! -volvió a gritar.
Se paró de un salto y se examino con más atención la rodilla. Yo pude verla con mayor detenimiento: cabello castaño con las puntas teñidas de un Rubio claro, piel blanca y perfecta, ojos azules muy claros, nariz pequeña y perfilada, delgada pero poseía curvas, media unos cinco centímetros más que yo, dos o quizá tres años mayor a mi. Fácilmente, se podría confundir como una modelo de Victoria Secret. Tal vez lo era, tal vez acababa de estropear la rodilla de una modelo. Por primera vez, sentí una punzada de culpa.
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Diario de un adolescente
RomanceNo es una historia de amor con un final feliz. Tal vez parezca cliché al principio pero no lo es. Si buscas una historia de amor con final de cuento de hadas este no es tu lugar. Relata la historia de una adolescente como todos los demás, que encue...