☾apítulo 4

14 2 0
                                    


Ver aquella tienda, un lugar que se convirtió en su segundo hogar, donde vivió una montaña rusa de emociones y aprendió un sinfín de lecciones, lucía vacía y sin vida. Estaba gris, lúgubre, como si supiera que la vida de su dueña pendía de un hilo. Hizo a un lado el recuerdo de su maestra porque eso solo entorpecería su concentración, sin mencionar el subidón sentimental que apretaba sus entrañas y las retorcía sin piedad.

Josh ingresó a la tienda detrás de Lyla. En él también se despertaron emociones que Lyla percibió de inmediato.

La pelirroja presionó ambas manos sobre el vientre y se apartó lo más que pudo de Josh. Ya tenía bastante con sus sentimientos como para compartir los de el joven.

—¿Qué buscamos exactamente?

—Un libro —especificó Lyla, husmeando en las estanterías abarrotadas de ejemplares.

Al acercarse a la biblioteca Josh notó que la joven se apartó instintivamente. No le dio importancia, al menos al principio. Se convenció de que fue pura casualidad y él no era el del problema. Pero a medida que avanzaban en la búsqueda, Lyla repelía a Josh todo lo que podía. Pensó que tal vez tenía mal olor y por eso lo evitaba a toda costa. Comprobó su aliento con disimulo, incluso olió sus axilas por si acaso. Nada. Estaba limpio.

Miró a la joven y descubrió en ella un gesto que solía hacer de vez en cuando, o al menos eso creía. Lo hizo durante toda la cena y ahora volvía a repetirlo.

—¿Puedo preguntarte algo?

—Es grande y de cuero —respondió sin siquiera voltear a verlo.

—No me refiero al libro, me refiero a ti.

Lyla detuvo su búsqueda y contempló a Josh con cierta incertidumbre. El corazón atorado en su garganta por los nervios.

—¿Qué pasa conmigo?

—Veo que no es la primera vez que te tocas el estómago —apuntó con su dedo el gesto de la joven, la cual, al notarlo, apartó su mano—. Te apartas como si no quisieras estar cerca mío o de nadie. Hoy en la cena estabas igual de incómoda. ¿Por qué? ¿Te pasa algo con nosotros?

—No, claro que no. Ustedes son increíbles.

—¿Entonces?

Lyla se rascó la cabeza. Los nervios hacían que el cuerpo le picara y para entonces sufría de un ataque de urticaria.

—Puedo sentir las emociones y sentimientos de las personas. —Se toca el abdomen, evidenciando el lugar exacto en donde lo percibe—. Literalmente puedo saber cómo te sientes. Cuanto más intensa la emoción, más receptiva me vuelvo. Y entre más personas sean, peor es. Por eso estaba incómoda en la cena. Demasiadas emociones me abruman y todavía no he aprendido a «apagarlo». Así que si puedo evitarlas...

—Entiendo —interrumpe Josh. Le alegraba saber que no era él el del problema, aunque Lyla interpretó distinto su reacción.

—Descuida, no puedo saber a qué se debe tu emoción.

—¿Ha?

Ella soltó una pequeña risa. Sus reacciones le divertían.

—Solo percibo emociones, no motivos. Puedo saber si estás triste pero no a qué se debe.

—Ouh, eso. Sí. Vaya, sí que es interesante. ¿Por eso Hécate te escogió? ¿Ese es tu talento?

—No lo llamaría talento pero sí, fue por esa razón.

—Increíble. —Se rascó la nariz—. Entonces, no puedo ocultarte nada ¿eh?

Ella río. El calor afloró a sus mejillas y agradeció que estuvieran en la penumbra.

Lazos de Sangre #3 | QUEEN OF SHADOWSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora