La pared frontal del altar se derrumbó sobre sus cimientos. La sacudida puso en movimiento a Lyla.
El reloj mental avanzaba sin piedad. Cada tic-tac era un segundo donde sus amigos padecían las atrocidades del limbo.
«¡Rápido! ¡Rápido!»
Generó una llama que levitó frente al camino para iluminar el descenso. Los peldaños se encontraban repletos de escombros. Detenerse a limpiarlos estaba descartado. De cualquier forma, barrió con los pies los grandes trozos de carrara. Buscó apoyo en la pared, reduciendo la probabilidad de sufrir una caída.
Pisar mal se volvió un acto recurrente, los tobillos le ardían y aún así siguió adelante. La adrenalina bloqueó cualquier tipo de dolor, incluso el de un hueso astillado.
Llegó a una diminuta cripta de dos por dos. Tocó las paredes en busca de mecanismos secretos, pero lo liso de éstas anunció desde antes que nada se escondía en ellas.
—No. No. NO. ¿En dónde están?
La sombra opresora del llanto se apiñó contra su garganta.
Thomas dijo que había un repisa. ¡Las pithos estaban ahí!
La idea la atravesó de pies a cabeza, una lanza helada que le estremeció los huesos.
¿Sería que Tánatos descubrió la treta? ¿Hasta no tener sus almas no les permitiría el acceso a la tumba de los Celestiales?
—No puede ser...
Golpeó la pared llena de frustración, rabia e impotencia. Un sonido hueco llegó a sus oídos, paralizándola. Pegó la oreja contra la piedra y golpeó nuevamente.
Hueco.
La pared estaba hueca.
¡La repisa estaba detrás!
Usar su magia podría dañar los cofres. Un Primordial en libertad no estaba en sus planes cercanos, así que tomó un trozo de escombro y lo dio de lleno contra la piedra.
Quien diría que una pequeña grieta le haría sentir semejante gozo.
Golpe tras golpe, la pared de fina piedra se desmoronó hasta revelar un espacio vacío y una luz cegadora. Metió la mano y tocó la madera de una de las cajas. Intentó sacarla pero el orificio no era lo bastante grande. Rompió un poco más hasta ver la parcialidad de una de las repisas. Logró sacar la mitad de los cofres y colocarlos en la seguridad de la escalera.
Aquellos contenedores no se parecían en lo absoluto a la pithos de Pandora. Parecía un alhajero, de unos quince centímetros de largo. Desconocía el material con el cual fueron fabricados, aunque a simple vista asumió que se trataba de un metal precioso. Sin embargo, guardaban cierta relación con la famosa pithos. Distintos males dormían en el interior de las cajas. Eran prisioneros que aguardaban por ser liberados. Si todo salía bien jamás verían la luz del día.
Al tomarlas sintió un hormigueó recorrerle el cuerpo. Una sensación que le generó un inmenso respeto y temor.
Los sellos que impedían abrir las tapas tenían la marca de Freya. La caligrafía era inconfundible.
El tiempo apremiaba por lo que volvió a su trabajo de minera. Descubrió el segundo nivel y se hizo con los cofres restantes.
Los apiló y cargó, tres bajo cada brazo. Pesaban bastante.
Antes de llegar a la salida se percató de cuán dobladas traía las rodillas. Un poco más y chocaría contra los escalones. Ya tenía suficiente con evadir los escombros como para pensar que su propio cuerpo era incapaz de cargar con unas simples cajas metálicas.
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Lazos de Sangre #3 | QUEEN OF SHADOWS
FantasíaTercera entrega de la saga LAZOS DE SANGRE. Saga continuación de la trilogía THE OLYMPIANS.