Belén recitó una plegaria con la mano apoyada sobre la roca. El nombre de su guardián había sido recientemente marcado, y leerlo era irrisorio. No podía estar muerto, no cuando comenzaban a entenderse.
Nunca tuvo un guardián que la protegiera pero tenía muy claro que no quería a ningún otro. En especial si el tufo de la muerte los perseguía por detrás.
Una brisa fría sopló de improviso. La joven se sacudió y los vellos del brazo se le erizaron. Alex no pasó por alto dicha reacción.
—Muy bien. Hora de irnos.
—Apenas llegamos —le reprochó.
—Ya pasaron diez minutos. Suficiente para despedirse.
Belén renegó.
—No necesito un niñero. Puedo...
Al ponerse en pie su cabeza dio vueltas. Fue un mareo sutil aunque lo bastante poderoso como para hacerle perder el equilibrio.
Alex la atrapó.
—Te dije que es hora de irnos —La orden se tiñó con la calidez de la preocupación.
Belén no dijo nada. Envolvió el cuello del muchacho con las manos y dejó que la cargara. La última vez que intentó caminar por sí misma, perdió el conocimiento por cuatro segundos.
Curar a Zoe mermaba su energía vital. Permanecer bajo el sol de la tarde le permitía recuperar fuerzas.
—Sería bueno si nos quedáramos un rato más. El sol ayuda a sentirme mejor.
Alex lo pensó y accedió casi de inmediato. Quería dejar de verla enferma.
La depositó en la hierba y se sentó a su lado por un poco de vitamina D.
Se escandalizó en cuanto la vio quitarse el abrigo. Un top no la protegería del viento.
—¿Qué haces? Te vas a engripar.
—A mayor exposición más rápida la carga. —Se recostó en el suelo, cerrando los ojos. Pese a la brisa, el sol era el cobertor ideal. El cosquilleo de los rayos sacudía el agobio de sus células y las rejuvenecía.
Inhaló profundamente y al abrir los ojos se encontró con la viva imagen del arrepentimiento.
—¿Alex?
El joven apartó la mirada para luego volver a posarla en Belén.
—Lamento haber sido un imbécil contigo. Tú y Justin eran... son el uno para el otro. —Mordió lo grueso del labio inferior—. Tenía que decírtelo.
Belén se incorporó a medias. Un zumbido al fondo de la cabeza le perturbaba el equilibrio. Se puso de lado y apoyó el codo sobre el césped.
—Si hablamos de lamentarnos, también tengo que pedirte disculpas. Jugué contigo y no lo merecías. Nadie merece que le hagan eso.
Alex soltó una risa vacía.
—Pues me hiciste sentir como la mierda —confesó—. Pero sí lo merecía. —La contempló con una leve chispa encendida en el avellanada de su iris—. Alguien tenía que darme una cucharada de mi propia medicina.
—Alex.
Le dolía verlo de aquella forma.
Comprendió que Alex no era sinónimo de bromas, sexo y sex symbol. El otro lado de la moneda escondía una soledad tremenda.
Se preguntó si lo vería realmente feliz algún día.
—Te lo dije una vez y te lo volveré a repetir, puedo y quiero ser tu amiga. No estás solo.
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Lazos de Sangre #3 | QUEEN OF SHADOWS
FantasíaTercera entrega de la saga LAZOS DE SANGRE. Saga continuación de la trilogía THE OLYMPIANS.