☾apítulo 34

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Alex y Erick caminaban a la par por el corredor. En todo el trayecto, Alex no paró de masajearse el brazo, soltando de vez en cuando algún que otro quejido. Los músculos en su hombro quedaron sentidos luego de la pelea contra Thomas. Quién diría que la falta de cordura dotaría a un simple guardián con semejante fuerza.

—Si necesitas descansar hazlo —sugirió Erick—. Puedo encargarme solo.

—Estoy bien —le aseguró el joven y dejó el masaje para más tarde—. Además, quiero asegurarme de que todo salga bien.

Erick hizo una mueca.

—¿No confías en mí? —indagó. Ni siquiera se molestó en mirarlo, como tampoco en ocultar su malestar.

—Zoe te quiere demasiado. Y aunque es muy buena guerrera, cuando se trata de personas a quienes quiere, no sabe dicernir.

—No he hecho nada para que pienses mal de mí. —Se defendió, tajante—. Yo creo que viene por otro lado.

—¿A qué te refieres?

Ambos se detuvieron frente a la puerta del camarote de Zoe. Compartieron miradas; chocolate derretido contra miel verdosa. Solo diez centímetros de diferencia entre ambos.

Habría sido una pelea entretenida de no ser porque Lyla abrió la puerta y la tensión se evaporó.

La muchacha se sorprendió al encontrarse con dos figuras masculinas. Se llevó la mano al bolsillo del enterito, escondiendo el frasco con la gota de Lete. Belén se lo entregó luego de haberlo encontrado entre las pertenencias de Zoe. Lyla se alegró al verlo, ya que pensó que lo había perdido en el ataque a la Academia. Aunque eso no quitaba el hecho de que Zoe lo llevara consigo. Quería creer que lo encontró accidentalmente y olvidó mencionarlo al grupo. De lo contrario, ¿qué pensaba hacer?

—Hola —saludó la joven—. Ya me iba.

Erick se corrió para dejarle el camino libre.

Antes de que se marchara, Alex preguntó:

—¿Cómo está Fernanda?

—Pensaba darme una vuelta por su camarote después de ver cómo estaba Thomas.

—De acuerdo. Ten cuidado.

Lyla tomó en cuenta su advertencia y se marchó. Alex entró en la habitación.

Erick estaba sentado en la cama, su mano tomaba la de Zoe con extrema delicadeza.

Belén le explicaba respecto a un tema en particular. Al ver a Alex, se detuvo y lo recibió con una amplia sonrisa. La emoción contenida en sus ojos captó la atención del joven quien, al acercarse, encontró que la fuente de dicha felicidad era Zoe.

Estaba despierta.

Traía los párpados entreabiertos, la respiración menos estruendosa y sofocante que a la mañana, siendo el estado de su piel lo más destacable de ver. Estaba menos arrugada, con un ligero cambio en el tono pero lejos de contemplarse saludable.

Ya no vomitaba y se quejaba menos del dolor de cabeza. Aunque esto podría deberse a la falta de sol, ya que en cuanto intentaron llevarla afuera, la luz solar empeoró su estado y Atticus terminó trapeando la cubierta.

—Vaya, ya no eres un desastre —Acompañó la broma con una amplia sonrisa.

Zoe emitió una suerte de risa.

—Cállate —susurró en tono ronco.

Erick rodó los ojos ante el comentario tan fuera de lugar.

—Estabas diciéndome algo del agua —interrumpió las risas para enfocarse en lo importante.

Lazos de Sangre #3 | QUEEN OF SHADOWSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora