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El oficial Changbin entró en el despacho de su superior llevando un café cargado en la mano izquierda, saludó a su compañero y le tendió la bebida para luego tomar asiento frente al Comandante

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El oficial Changbin entró en el despacho de su superior llevando un café cargado en la mano izquierda, saludó a su compañero y le tendió la bebida para luego tomar asiento frente al Comandante. El rubio estaba bastante interesado por la actitud tan apagada que tenía el otro, ya llevaba así dos días y se volvía intolerable.

—¿Está todo bien? —preguntó reparando en lo silencioso que su superior se mantenía, con expresión seria, casi molesta.

—Sí.

Y por supuesto que esa respuesta tan hipócrita no convenció en absoluto a Changbin.

—¿Y por qué tu entrecejo está fruncido?

—¿No puedo probar con la diversidad de expresiones?

—No si intentas mentirme tu excelente estado de ánimo y tu rostro parece muy molesto.

—De acuerdo, no estoy bien.

—¿Y a qué se debe?

Chan desvió la mirada, sus ojos posándose en la ventana adyacente a su escritorio. En un viaje de recuerdos, el comandante hizo memoria de las razones de su disgusto y se resumía en una persona. Park Minho. El joven que desde hace un par de días le evadía como si de la peste negra se tratara, todo comenzó desde el día en el que fue a visitarlo a su departamento, preocupado por su herida en el hombro. Minho, aseguraba Chan, estaba resentido por lo que le dijo, aquella mentira sobre que Somi iría a cuidarlo, algo que nunca pasó ni dejaría que pase. El día siguiente a ese suceso, el Comandante se reincorporó a la policía alegando que su herida no era tan grave aunque aún llevaba puesto el cabestrillo. Desde entonces, Minho sólo se limitaba a saludarlo y hablar con él de temas relacionados con su trabajo, y ya no respondía tampoco a los sutiles coqueteos del otro. Pero la conciencia de Chan le torturaba con una pregunta:

"¿Acaso no querías alejarlo?"

Claro, en inicio sí. Pero su corazón quejumbroso se negaba a dejar salir a Minho, sólo ahí Chan se dio cuenta de cuánto necesitaba al bajito. A pesar de ello, su mente se negaba a aceptar que estaba enamorado. Además, el cinismo con el que su conciencia soltó la pregunta le hizo rabiar y reconsiderar lo que realmente quería. Tal vez, y era un gran tal vez, estaba teniendo una visión muy miope de la situación, sólo centrándose en lo negativo cuando un mundo de maravillosas situaciones estaba del otro lado, uno que no sólo se basaba en el sexo, sino que estaba lleno de las bellas sonrisas de Minho.

—¿Chan? —insistió el policía rubio.

—Minho está molesto conmigo. Yo... quise alejarlo de mí.

—Eso no es tan malo, ¿o sí?

Chan no contestó, no quería hacerlo, sólo desvió la mirada de regreso a Changbin antes de bajar el rostro.

—Él te gusta —aseveró el otro—. Ahora tiene sentido tu pesar.

—Es que no quiero lastimarlo.

Pasión en la mira [Banginho]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora