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"Sí soy un doncel", casi jadeó Minho al ver los resultados de la prueba que el hospital le entregó esa mañana

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"Sí soy un doncel", casi jadeó Minho al ver los resultados de la prueba que el hospital le entregó esa mañana.

Su mente divagó en lo insólito de la situación. Años atrás hubiese jurado que los resultados de ese papel serían negativos, pero ahí estaba junto a la posibilidad de estar embarazado. Su corazón se sacudía ante la expectativa. Ahora debería realizarse una prueba de sangre y así sabría si estaba o no esperando al hijo del comandante.

—Minho -llamó Chan desde la puerta de su despacho. El joven doncel escondió inmediatamente el papel entre otros papeles de su escritorio, necesitaba tiempo para pensar cómo le diría al policía.

—¿Necesitas algo?

—Si no estás muy ocupado, me gustaría secuestrarte por unas horas.

Minho se mordió el labio nervioso sin saber cómo responder ante tal invitación. El oficial caminó hasta estar a su lado, tan imponente como era sólo lograba poner aún más nervioso al joven.

—¿Sucede algo, Min?

Tragando grueso, Minho se obligó a abrir la boca y responder:

—No. ¿A dónde quieres ir? Creí que hoy tenías turno.

—Lo tengo, pero pienso ausentarme un tiempo para estar contigo, princesa.

—No deberías escaparte del trabajo.

—¿No quieres estar conmigo? -increpó con voz cautelosa, algo molesto por lo renuente que era el muchacho o seguirlo.

—... ¿A dónde iremos?

Chan esbozó una sonrisa ladeada, e inmediatamente lo tomó de la mano para sacarlo de su oficina. Lo llevó por los pasillos de la estación hasta el ascensor, ahí fueron al subterráneo del edificio donde tenían la estación de entrenamiento. La zona de tiro estaba a unas cuantas puertas del gimnasio.

—¿Por qué me trajiste al campo de tiro?

—Me dijeron que así podría calmarte y quizás hablar contigo.

Minho se mantuvo en silencio, caminó hasta la mesa de la primera estación de tiro, sobre esta estaban orejeras, un revolver, una carga para el arma. Chan lo tomó por la cintura con dulzura, atrapándolo entre sus brazos sin opción a soltarlo.

—No he disparado desde hace mucho tiempo -comentó el joven.

—Puedo enseñarte.

—El que no lo practique no significa que no sepa hacerlo -le advirtió con voz dulce, pero aquellos ojos que brillaban por la advertencia—. No dudes de mis habilidades con un arma, ¿o acaso olvidaste que soy hijo de la mafia?

Chan sonrió de altanero, entonces le dijo:

—Bueno, si me ganas entonces te concederé un deseo -prometió, depositando un suave beso sobre el cuello descubierto del doncel—. Y si yo gano, te juro que voy a marcar mi nombre en tu piel -juró con la voz ronca, cargada de un deseo pasional que cumpliría a toda costa.

Pasión en la mira [Banginho]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora