Esperé unos minutos y luego retomé marcha al colegio, con las manos en los bolsillos y la cabeza agachada.
Entré al establecimiento y mi infierno empezó...
Empujones llegaban de todos lados y una zancadilla hizo que cayera a un charco de agua. Sentí como las lágrimas se acumulaban en mis ojos al levantarme. Seguí caminando a paso rápido y de pronto sentí un leve peso menos en un lado de mi cabeza, puse una de mis manos en mi moño izquierdo (traía dos colitas) y sentí mi cabello corto, a diferencia de como lo traía al llegar.
Las lágrimas comenzaron a recorrer mi rostro, corrí al edificio donde se impartían las clases y me encerré en un cubículo del baño.
Sollocé en silencio, no sé cuánto tiempo y, cuando me sentí un poco mejor, tomé mi fiel navaja e hice un corte en mi brazo, para luego cubrirlo con mi chaleco.
Salí del baño, no sin antes lavarme la cara y respirar profundo.
Me dirigí a mi salón, pero cuando estaba a punto de entrar una voz me detuvo...
XX: Romina... ¿Qué ocurrió allá afuera?