Engaño

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"¿Habrán visto el vídeo ya?"

El ahora pelinegro tenía los ojos cerrados. De pronto se escuchó la puerta abrirse bruscamente. Era él.

Se acercaba rápidamente.

—Pequeño mío— odiaba que le llamase de tal forma— ¿qué te parece si continuamos lo de ayer?

No dijo nada, solo esperaba que no fuera lo que estaba pensando. Con fuerza, cerró los ojos nuevamente.

Sus muñecas fueron liberadas de aquellas esposas rígidas y apretadas. Con algo de esfuerzo y con ayuda de la pared, se levantó.

—Tengo una propuesta para ti.— le observaba con detenimiento— Si cumples con lo que te pido nadie saldrá lastimado—sonrío apaciblemente—Tengo un antojo de ti pero esta vez es diferente, esta vez quiero que participes más— expresó mientras se apuntaba a su entrepierna—Al parecer lo entendiste bien. Vamos hazlo.

—Prefiero que me golpees — afirmó el menor. No podía creer lo que el contrario le proponía. 

—¿Quién dijo que te golpearía?— salió de la habitación.

La habitación, gran parte de ella, estaba sumida en la oscuridad, sin ventanas que permitieran la entrada de luz. Solo había una tenue iluminación que se filtraba por los orillos de la puerta. 

Su respiración agitada reflejaba el temor que se instalaba en su pecho.

De repente, la puerta crujía al abrirse, y la figura amenazante de su padre emergió en la penumbra. La mirada despiadada y la sonrisa torcida del hombre enviaban escalofríos por la espina dorsal de Kirishima. Pero su sorpresa alcanzó su punto máximo cuando, arrastrado y maltratado, apareció Katsuki Bakugou.

Eijiro no podía creer lo que veían sus ojos. La presencia de Bakugou, atado y visiblemente golpeado, desmoronó emocionalmente al pelinegro. Su corazón latía con fuerza mientras las lágrimas se acumulaban en sus ojos. El temor a perderlo en esas circunstancias era abrumador.

El padre de Kirishima, disfrutando de la confusión en el rostro de su hijo, se burló de la situación. 

—¿Pensaste que podrías escapar de mí?, ¿que podrías tener una vida feliz lejos de tu padre?— espetó con una risa siniestra.

Lo que Eijiro no sabía era que aquello era un cruel engaño. Su padre, despiadado en su afán de control, había obligado al supuesto médico a utilizar su quirk de cambiaformas, imitando de manera escalofriante a Bakugou. La cruel pantomima buscaba que Kirishima pensara que su amor estaba sufriendo su mismo destino.

El pelirrojo, superado por la angustia y el miedo, no pudo contener un sollozo. La falsa imagen de Bakugou, ahora convertida en un arma más de tormento, estaba destinada a hacer quebrar la determinación de Kirishima. La habitación se llenó de una atmósfera asfixiante, presagiando un sufrimiento que estaba lejos de acabar.

Ante la desgarradora escena, Kirishima intentó en vano llamar la atención de Bakugou, pero el rostro maltrecho y la mirada perdida del rubio indicaban que algo no estaba bien. No recibió respuesta, ni una mirada de consuelo. La impotencia llenó sus ojos.

Finalmente, cediendo ante la presión y el temor por la seguridad de Bakugou, Kirishima se vio obligado a obedecer las sádicas demandas de su padre. Arrodillándose en el suelo frío y áspero, sintió cómo la humillación pesaba sobre sus hombros. Siguió las órdenes de su progenitor, sometiéndose a una situación inimaginable.

Pequeños secretos (Kiribaku/ Bakushima)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora