Capítulo 8

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Leo no dijo nada más, se apresuró para liberar al otro chico, mientras lo hacía también me arrodillé junto a su jaula para poder verlo mejor

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Leo no dijo nada más, se apresuró para liberar al otro chico, mientras lo hacía también me arrodillé junto a su jaula para poder verlo mejor.

Tardé un poco en reconocerlo, sus rasgos afilados y finos, los grandes ojos ahora esperanzados eran de un intenso color rojo donde debería estar el café del iris, algunas lineas rojas bajan por ellos, como lágrimas de sangre tatuadas en su piel, la cual tenía un ligero tono anaranjado. Aun debajo de estas marcas podían percibirse las ojeras que subrayaban esos ojos y fueron justo esas las que me dieron la pista final de quién era.

—¿Tao? —pregunté sorprendido, a lo que el chico asintió.

Salió tambaleándose de la jaula una vez que Leo rompió de igual manera todos sus amarres, estaba en un estado tan deplorable como yo mismo.

—Al fin me reconoces, hyung, —dijo con un intento de sonrisa, aunque se veía claramente agotado.

Me apresuré a sostenerlo, aunque mi situación no fuera mejor que la de él, mi instinto era ofrecer apoyo a los dongsaengs. Leo se acercó a nosotros entonces sin despegar los ojos del menor.

—¿Eres un fénix? —le preguntó.

Tao asintió, se enderezó un poco para mirarlo a la cara.

—Lo soy, soy Huang ZiTao, mi madre es Huang Feng, —contestó con formalidad.

El rostro de Leo, normalmente tan apacible y tranquilo como el que más, de pronto mostró una sonrisa de lo más malévola, lo que sumado a su apariencia actual logró que un escalofrío me recorriera todo el cuerpo.

—No estoy en mi día fuerte, así que temí no poder hacer mucho más que sacarlos. Pero si tú estás aquí y me permites tu energía, puedo hacerlo.

Tao se soltó de mí para dar un paso algo tambaleante hacia Leo, que de inmediato lo sujetó por los hombros. No sabía que era lo que ocurría, mucho menos cuando el normalmente tímido y cohibido Leo tomó a Tao por la nuca y lo jaló para plantarle un profundo beso en la boca.

El menor de cabello rojo parecía igual de sorprendido, aunque unos instantes después cerró también los ojos y se entregó a aquel beso.

Debo confesar que me sentí algo incómodo, como si hiciera un mal tercio en aquel lugar, además ¿¡A quién diablos se le ocurría ponerse a besarse en medio de una cárcel así?!

Se separaron antes de que pudiera decir o hacer nada al respecto, quise preguntarle a Leo que ocurría pero cuando abrió los ojos me quedé estático. Si antes parecían los de un gato, ahora sus ojos eran los de un verdadero demonio: aún permanecía el iris de color casi dorado, pero todo el exterior se había vuelto de un profundo negro, y la pupila alargada tenía el mismo color rojo que antes había visto en Tao.

Di un paso atrás por la sorpresa, aunque ninguno de los dos parecía reparar en mí. Leo levantó su mano derecha con la palma hacia arriba, y una esfera de agua comenzó a formarse en ella hasta tomar el tamaño de una bola de boliche.

Shangri-la (VIXX)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora