Los dioses tienen a sus descendientes, aquellos que deben seguir su legado en la tierra para que todo se mantenga en equilibrio.
Un ejemplo de ello es Leo, quien como hijo de Ao Guang (Rey dragón del mar del este) ha sido entrenado desde niño para u...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Mientras platicábamos todo lo que había ocurrido, me había sentido bastante a gusto allí, abrazado así por Hongbin me sentía cálido y cómodo, me sentía seguro como no lo había sentido desde que aquella terrible pesadilla había empezado.
Pero no podía engañarme, yo era un monstruo que casi había dañado irremediablemente a mi amigo y había hecho que el resto se pusieran en peligro por mi culpa, ¿cómo podían perdonarme así?
Intenté pensarlo, comprenderlo aún mientras veía a Hongbin acompañarme hasta el cuarto que normalmente yo compartía con Ken, él incluso se dedicó a buscar alguna pijama entre mi ropa mientras yo esperaba sentado en la cama.
Pensé que, quizá, solo quería evitar que estuviera cerca de los otros para que no pudiera dañarlos. Ese pensamiento me hizo suspirar pesadamente, no me di cuenta pero eso lo hizo voltear preocupado.
—¿Estás bien, hyung? ¿Necesitas algo más?
Su voz amable oprimió más mi corazón.
—Está bien Binnie, no necesitas quedarte aquí, —hipeé.
Hongbin parecía preocupado y se apresuró a arrodillarse frente a mí, poniendo su mano en mi rostro con cuidado.
—¿Qué ocurre, hyung?
—No necesitas quedarte si no quieres hacerlo, —insistí, deseando que me dejara solo, para poder llorar libremente.
—¿Y por qué crees que estoy aquí?
No pude contestarle, simplemente me llevé las manos a la cara mientras dejaba que las lágrimas salieran por fin. No pasó mucho antes de que Hongbin se sentara junto a mí y me abrazara con fuerza mientras los sollozos sacudían mi cuerpo.
—Ya, ya, tranquilo hyung, está bien, —susurraba Hongbin sin soltarme.
—Dime la verdad Binnie, ¿por qué estás aquí? ¿Por qué estás conmigo? —inquirí, queriendo que fuera él quien lo dijera en voz alta, yo no podía.
Por algunos momentos Hongbin se alejó de mí, aunque no me soltó de los hombros.
—Dame un momento para comprobarlo, —me pidió.
Sin saber a qué se refería, sólo asentí. Hongbin sonrió un segundo, su mano subió hasta mi nuca, desde la que me sujetó para atraerme de nuevo a él. Mi sorpresa fue mayúscula al sentir sus labios suaves chocando con los míos, y sentí que pasaron horas en las que me quedé inmóvil, atrapado por la sorpresa.
En cuanto me recuperé un poco, cerré los ojos y respondí a aquel beso que me había dado, el dolor y el miedo que había sentido hacía unos momentos fueron erradicados de golpe, usurpados por la emoción de tener aquellos labios dulces contra los míos.
Su mano permanecía en mi cuello, aunque pude sentir la otra jugando por mi costado, tocando mi piel con suavidad. Cuando por fin disminuyó el agarre en mi nuca y él se alejó un poco, no pude contener el suspiro que chocó contra sus labios.