8.0

49 12 0
                                    

Minghao llegó a casa más tarde de lo inusual. Ese día había sido uno de los peores en todo lo que llevaba trabajando en aquel lugar. Minghao se sentía cansado mental y físicamente de trabajar con Wen Junhui, a pesar de ser solo el primer día, el chico beta ya no quería seguir colaborando en ser el maestro de un perro desgraciado cómo había demostrado ser ese tipo.

Incluso Minghao pensó en visitar a su jefe en su oficina para decirle que siempre ya no quería apoyarlo, que ya no estaba más interesado en las recompensas y que por favor le permitiera seguir con su trabajo inicial lejos de ese alfa tonto. Pero no lo hizo, porque Wen Junhui nunca se separó de él. Parecía realmente un perro persiguiendolo a todas partes oliendole el trasero, con el pretexto de ser nuevo, no conocer a nadie y no querer estar sólo.

Después de la hora de comer, Minghao intento evitar alguna conversación con Jun a toda costa. Después de todas las cosas que le había dicho ya no estaba interesado en dirigirle más la palabra, era realmente un dolor de cabeza y no aguantaba con ello. Minghao concluyó su día de trabajo después de las tres de la tarde, no estaba dispuesto a seguir soportando a la persona que le hechaba en cara todo lo que tenía. Simplemente Minghao decidió posponer las actividades para otro día porque en ese momento definitivamente no lo haría.

Minghao permitió que Jun hiciera lo que le viniera en gana con la única condición de no romper alguna regla. No le interesaba si se rompía la cabeza, con tal de que lo dejara en paz por un momento con eso era más que suficiente, aunque esos descuidos significarán un regaño después por parte de su jefe, porque si era de recordarse, Minghao seguía estando a cargo del nuevo y mientras que él no se familiarizará con el lugar cualquier rasguño u accidente sería culpa de Minghao.

Jun era un maldito alfa, ya debería saber cómo cuidarse sólo, pero claro, Minghao ya sabía que ese Jun era todo un alfa mimado. Se lo confirmo después de escuchar todas esas historias dónde sus padres lo consentían olvidandose de lo egocéntrico que es su hijo. El beta hubiera deseado con todo su ser poder haber sido consentido por sus padres en el pasado, y quizás en el presente. Pero en cambio Minghao tenía que sufrir de una inmensa soledad y de un mundo tan cruel que no hacía más que traerle más desgracias, definitivamente él y Jun no tenían nada en común y se retractaba de todas las palabras estúpidas que llegó a decir por la mañana.

Junhui le caía tan mal por ser solo él y por esos malditos ojos burlescos... le tenía tanta envidia por tener todo lo que él no tiene. Una familia y cientas de toneladas de valentía.


-
Minghao se miro al espejo con cansancio. Realmente ese día había sido tan agetreado, no tenía ganas más que de dormir y no despertar nunca jamás.

El chico se acostó en su cama haciendose un pequeño ovillo bajo las cobijas, hacía mucho frío esa noche y dudaba que sus sábanas lo calentarán tanto como él quería, a pesar de ser de un material con borreguito no estaba tan convencido de si lo salvarían del frío durante la noche.
Recordó una de las historias que le contó Jun, cuando tenía frío su madre siempre le hacía chocolate caliente y lo envolvía en una cobija mientras lo abrazaba y le acariciaba el pelo. La madre de Minghao hacía exactamente lo mismo con él pero cuando ensuciaba sus pantalones y lo bañaba con agua helada. Lo único que cambiaba era la situación que ambos vivían, pero Minghao creía que la madre de Jun y su madre eran tan parecidas, como si las dos hubieran compartido la misma fórmula para quererlos... No, lo dudaba mucho, Jun no había sufrido nada de lo que él sufrió así que no podrían ser las mismas mamás.

Solo un poco en ese aspecto Minghao creía que tenía un parecido con Junhui. Solo eso y nada más, porque en cuestión al resto eran completamente distintos...

Las manos de Minghao se escondieron bajo las sábanas mientras que sentía todo su cuerpo temblar. Hacía tanto frío, pero Minghao sabía que no estaba temblando solo por el clima.

Siempre había algo más detrás de sus palabras y de sus acciones.

Los ojos del chico se posaron en la luna, las cortinas de su ventana estaban ligeramente alzadas y le permitían la entrada a la inmensa roca brillante a la que Minghao le lloraba de vez en cuando. Su aroma dejo de ser amargo para pasar a ser uno triste, era un olor tan triste que incluso la luna pudo sentirlo porque en ese momento brillo tanto cegando por un par de segundos los ojos llorosos de Minghao.

No sabía cómo empezar, pero se sentía tranquilo al saber que la luna esperaría por él todo el tiempo que fuera necesario. La luna estaría ahí para cuando Minghao pudiera hablar y desahogar todo eso que lo lastimaba.

Porque la luna era lo único que tenía en esas frías noches.

La primer lágrima rodó, la segunda y la tercera. Estaba bien llorar mientras que nadie lo viera, Minghao le tenía un poco de confianza a la luna así que sabía que ella le guardaría el secreto y no le diría a nadie que esa noche estaba dispuesto a llorar hasta quedarse seco.

El nudo de su garganta se fue haciendo más pequeño mientras más lloraba, finalmente Minghao estaba descargando su dolor para que la luna lo recibiera y lo botara lejos de él, pero muy en el fondo sabía que no podría terminarlo por completo, no cuando habían muchas cosas por hacer para eliminar el dolor y sacar esa espina. Pero al menos el dolor de ese día se iría gracias a la presencia de la luna.

Minghao subió los fluidos que ya estaban bajando de su nariz, finalmente creía estar preparado para hablar con la luna lo que fuera necesario. Aún si sus palabras no estuvieran bien formuladas sabía a la perfección que la luna lo entendería... Por dios era la misma luna, no había porque desconfiar en ella.

—¿Luna, puedes verme?... Yo si puedo verte pero no sé si tú a mí. —Hubo un corto silencio. El viento se volvió más débil. El frío dejo de ser tan frío, la noche se volvió más callada y la luna brillo con más fuerza. Minghao entendió que la luna podía verlo y que estaba lista para escucharlo.

—Estoy perdido, Luna...



-
Esa noche Minghao hablo todo lo que su garganta le permitío. Lloró todo lo que sus ojos aguantaron y sonrió cada vez que ese pequeño dolor se iba con el pasar del tiempo.
Durante esa noche Minghao fue capaz de abrirle su corazón a la luna, le contó cada una de sus preocupaciones y le pidió ayuda para saber cómo afrontar los obstáculos. Al final de la noche Minghao agradeció a la luna por responderle y por escuchar cada palabra, por quedarse ahí hasta que no pudo aguantar más y cerró los ojos.

La luna lo acompaño en su sueño antes de irse y darle la entrada al sol.

A la mañana siguiente Minghao despertó con tanta energía, despertó dispuesto a cumplir con la promesa que le había hecho a la luna. Porque después de todo, recapacitó y se dió cuenta de que... Él era su hogar.

LOBO BLANCO -/Junhao/- Donde viven las historias. Descúbrelo ahora