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— N-no siempre nos podremos reconciliar así. — Hablé intentando hacer todo lo posible para no sobrar algún gemido.
— ¿Por qué no? A mi no me molesta. — Habló el soltado unos leves gemidos.
— Alguien podría venir en cualquier momento. — Susurró.
Claramente no podía pensar con claridad si estaba recibiendo fuertes embestidas por parte del Nanami. Apenas podía estar parada, lo único que me ayudaba era la pared, a la cual estaba apoyada.
— Pero si quieres puedo detenerme. — Descaradamente paró por completo sus movimientos, sacando por completo su miembro.
—Mierda, Nanami. Por favor. — Susurré. Tan solo lo decía porque quería ser correctamente moral, pero estaba disfrutándolo demasiado.
El nombrado sonrió complacido. Tomó su pene empezó a meterlo lentamente. Una vez a dentro no espero mucho para empezar a moverse. Al principio eran embestidas lentas, pero aumentó la velocidad conforme los segundos, sin importarle nada. Era un salvaje.
— Aprietas tan bien mi polla, pequeña. — Gruñó este.
— ¡Mierda! — Sentí un gran placer en una de la fuertes embestida.
— Oh, eres una pequeña puta. ¿Te gusta? ¿Te gusta como te follo? ¿Verdad? — Gruñó.
— Si, si me gusta. Por favor, quiero más. — Lloriquee.
Así las embestidas empezaron a ser salvajemente fuertes y rápidas.
Me incliné aún más a la pared, sentía que mis piernas temblaban fuertemente, los espasmos eran jodidamente fuertes. No creía aguantar más de pie.
Unas embestidas más y ambos pudimos sentir cómo llegábamos a nuestro límite.
— Así somos nosotros después de todo, ¿No? — Susurró el mayor.