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Claro, qué ilusa fui. En un instante, todo se aclaró. El peso de la realidad cayó sobre mí como un balde de agua fría. Estás formando una familia con alguien más. La idea se instaló en mi mente, y no podía escapar de ella.
Tendrás un hijo con otra persona.
Nanami, me prometiste que yo sería la primera y la única. Las palabras resonaban en mi cabeza, una y otra vez, llenas de dolor y confusión. ¿Cómo pudo llegar a esto? ¿Te vas a casar? ¿Y yo dónde quedaré en tu vida?
¿Cómo puedes decirlo como si no fuera nada importante? El vacío en mi pecho se expandía, y la incredulidad se mezclaba con el rencor. Quería gritarle, hacerle entender el dolor que sentía, la traición que me atravesaba.
Nanami, ayúdame a entender. Necesitaba respuestas, claridad en un mar de emociones. Siempre había sido su apoyo, su confidente, pero ahora me sentía relegada a la sombra de una vida que no era la mía. ¿Qué había cambiado en él? ¿Qué había cambiado en nosotros?
Las preguntas eran una tormenta en mi mente, y, a pesar de que él estaba presente físicamente, sentía que se había alejado de mí, de mi corazón. ¿Cómo podía seguir adelante sabiendo que su futuro se construía sin mí? La angustia era un nudo en mi garganta, y las lágrimas amenazaban con desbordarse. Necesitaba que Nanami me explicara, que me dijera que aún había un lugar para mí en su vida, aunque el todo se tornara cada vez más incierto.
