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—¿Qué haces aquí? —pregunté sonriendo, sin poder disimular mi sorpresa.
—Pensé en venir a buscarte. Vamos, sube. Te llevo a la universidad —Gojo estaba apoyado en su auto negro, con su ropa siempre holgada y sus gafas de sol que parecían formar parte de su personalidad.
No dudé ni un segundo más y me dirigí hacia Satoru y su auto.
—No debiste molestarte —reí, aunque en el fondo sabía que esto no era raro en él. Habíamos estado hablando todo el fin de semana, así que algo así era de esperarse.
Nos dirigimos hacia la universidad. El trayecto fue corto, lleno de conversaciones ligeras y música. Lo curioso era que compartíamos muchos gustos musicales, algo que siempre hacía nuestros encuentros más fluidos. Gojo tenía esa capacidad de hacer que todo pareciera sencillo, sin complicaciones.
Al llegar, me despedí de él con un beso en la mejilla. Me bajé del auto y me adentré en la institución. Saludé a un par de compañeros al pasar, pero mi mente ya estaba en otra parte: Nanami.
¿Se enojaría si supiera lo de Satoru? Me lo preguntaba constantemente, casi obsesivamente. A veces deseaba poder entrar en la mente de Kento Nanami, entender por qué lástima a la gente que quiere, ¿por qué no me decía la verdad? ¿Por qué no enfrentaba lo que había entre nosotros? Sabía que él también estaba lastimando a alguien más, a su novia, pero eso no hacía más fácil mi culpa.
Pero, aunque pensara así, no podía ignorar que yo también estaba lejos de ser inocente. Seguir con Nanami era una decisión moralmente cuestionable, lo sabía. Cada vez que lo veía, sentía esa punzada de culpa mezclada con deseo. Pero había algo más fuerte que cualquier remordimiento: mi egoísmo.
Porque, a pesar de todo, Nanami me hacía feliz. A su manera, con sus silencios, con sus ausencias, pero me hacía feliz. Quería seguir con él, pasar por alto todos los problemas y aferrarme a lo que teníamos, a lo que alguna vez había sido. Me decía a mí misma que él y yo estábamos juntos contra el mundo, que nada más importaba si estaba con él.
Quizá era una mentira que me contaba para no enfrentar la realidad. Quizá no éramos nosotros contra el mundo, sino yo contra mi misma, pero ¿importaba? Si al final del día tenía a Nanami, si al final él seguía volviendo a mí, ¿qué más daba?
No me importaba nada más, mientras pudiera seguir con él.