La otra | 004

1.6K 178 41
                                    

No quería admitirlo, aunque le había dicho a Nanami que me daba igual, por dentro me estaba consumiendo de celos

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

No quería admitirlo, aunque le había dicho a Nanami que me daba igual, por dentro me estaba consumiendo de celos. Pelea tras pelea, siempre volvíamos al mismo punto, un ciclo que me estaba cansando. Insistía una y otra vez en que le dijera a su novia la verdad, que dejara de esconderse tras excusas. Yo no quería ser más la otra, la amante, la sombra. Quería ser su oficial, la que presentara como su pareja formalmente, la que no tuviera que esconderse en la oscuridad ni en las sombras.

Para desahogarme, decidí salir con mis amigos. Itadori, Megumi, Maki, Nobara e Inumaki. Los conocíamos desde la adolescencia y, como los inseparables que éramos, aún seguíamos juntos. No había secretos entre nosotros... bueno, casi ninguno.

La fiesta de Geto era el lugar ideal para perderme por unas horas.Era conocido por dar las mejores fiestas, y todos sabían que lo que pasaba en esas noches era legendario. Él venía de una familia llena de dinero, y eso se notaba en cada rincón de la casa. Era un viernes por la noche, y el ambiente estaba cargado de emoción. Bebíamos, fumábamos, y la música nos envolvía, tan fuerte que casi podías sentir cómo vibraban los pies.

Bailábamos sin pensar, riéndonos de los pasos torpes que cada uno daba, mareados por el alcohol. Me preguntaba cómo reaccionaría Nanami si me viera. Seguramente se cruzaría de brazos y diría que no fumara tanto, que no bebiera más. Aguafiestas.
Pensé, dejando que una sonrisa irónica escapara.

—Oigan, voy a por otro trago. Ya vuelvo —grité para hacerme oír entre la música.

—Claro, te esperamos aquí —respondió Megumi con un gesto despreocupado.

Caminé a empujones entre la multitud, intentando llegar a la barra. Finalmente lo logré y pedí una cerveza fría. Mientras esperaba, tarareé la canción de fondo, intentando desconectar de mis propios pensamientos. Pero entonces, un leve toque en mi hombro me sacó de mi ensimismamiento. Giré la cabeza y, para mi sorpresa, ahí estaba él.

—¡Gojo! —exclamé, genuinamente feliz. No lo había visto desde hacía meses, quizá desde el principio del año. —¿Qué haces aquí? Creí que no te caía bien Geto —reí, recordando su distanciamiento.

—Me convencieron para venir —sonrió—. Realmente no tenía muchas ganas, ni siquiera me molesté en vestirme bien. —Bajó la mirada a su atuendo informal, y se encogió de hombros. —Y lo de Geto fue una pequeña pelea, en realidad seguimos siendo muy amigos.

—Veo que te has dejado crecer el cabello —comenté, señalando su pelo, más largo de lo que lo recordaba.

—Oh, sí. ¿Qué opinas? —preguntó, jugueteando con un mechón.

—Realmente te queda genial. Me gusta.

—Me alegra que te guste —dijo con una sonrisa que era más cálida de lo que esperaba.

Había olvidado lo fácil que era estar con él, lo divertido y relajado que era Gojo. Mientras hablábamos, me di cuenta de lo mucho que teníamos en común, y en algún momento, entre risas y comentarios sobre lo absurda que era la fiesta, decidimos bailar. Bailamos hasta que mis pies no pudieron más.

—Mierda, la música está tan fuerte que me está aturdiendo. Además, ya me duelen los pies —dije, tratando de hacerme oír sobre el ruido.

—Podemos ir arriba. Allí no se escucha tan fuerte la música. ¿Qué piensas? —me preguntó, extendiendo su mano.

Tomé su mano sin pensarlo mucho. No había malicia en el gesto. O tal vez sí, pero yo no estaba dispuesta a reconocerla. Lo guié entre la multitud hasta el segundo piso, abriendo puertas una tras otra hasta encontrar una habitación vacía. 

Finalmente, un respiro.

Entramos y, sin decir nada, nos tiramos en la gran cama, ambos mirando el techo blanco. Era un contraste brutal con el caos que se vivía abajo.

—Me caes bien, Gojo —dije, rompiendo el silencio.

—Tú también me caes bien, ___.

Giré la cabeza para mirarlo, y él hizo lo mismo, encontrando mis ojos con los suyos. Había una chispa de travesura en su mirada, pero también algo más, algo que no esperaba ver.

—¿Estás borracho? —pregunté con una sonrisa torcida.

—Un poco. ¿Y tú? —preguntó, riéndose ligeramente.

—Un poco también —reímos juntos, el alcohol y el ambiente haciéndonos sentir más ligeros de lo que deberíamos.

—¿Te parece que nos besemos para romper la tensión? —soltó de repente, con una carcajada.

—¿Tensión? —pregunté, también riendo. —¿De qué tensión hablas?

—Vamos, un poco la hay, ¿no? —dijo, sonriendo con esa seguridad que siempre tenía.

—Es porque te gusto, ¿verdad, Satoru? —le sonreí, provocadora.

—Sí, ¿cómo lo supiste? —respondió entre risas.

—Alguien me lo dijo —contesté, jugando con el misterio.

—Voy a matarlo. ¿Quién fue? —preguntó, divertido.

Me acerqué un poco más, apoyándome en los codos. El ambiente estaba cargado, pero no de la manera en la que esperaba. Quizá porque en ese momento, no era Nanami quien ocupaba mis pensamientos.

—No te preocupes, sería un poco forzado un beso largo, así que... solo uno corto —dije, y antes de que pudiera contestar, acerqué mis labios a los suyos, dándole un beso fugaz, pero suficiente para sentir el calor de su boca.

Cuando nos separamos, ambos sonreímos.

—Bien, ahora hay menos tensión —dijo, satisfecho.

Yo podía besarme con Gojo, porque Nanami seguía follando con otra mujer. Y de alguna manera, eso me daba permiso para hacerlo.

¿No?

𝘥𝘪𝘦𝘵 𝘮𝘰𝘶𝘯𝘵𝘢𝘪𝘯 𝘥𝘦𝘸 |𝘕𝘢𝘯𝘢𝘮𝘪 𝘒𝘦𝘯𝘵𝘰Donde viven las historias. Descúbrelo ahora