Capítulo 8

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-Acelera -dijo Camila desde el asiento del acompañante del Mercedes descapotable. ¿En qué hotel había reservado Lauren habitación? ¿Tendrían que conducir toda la noche?

-¿Quieres que acelere? Lo siento, cariño, pero voy al máximo permitido y, dado que soy del gremio, se supone que tengo que cumplir las leyes.

Lauren mantuvo una velocidad constante. Los faros del coche, que iluminaban la carretera arrancando destellos del asfalto, eran la única luz en medio del desierto que los rodeaba.

Una vez más, Lauren retrasaba el momento de satisfacerla y hacía que su frustración aumentara. Camila se removió en el asiento como había hecho a lo largo de la cena. El viento se metía por el cuello del polo de Lauren tal y como ella querría hacer con sus dedos.

Llevaban en el coche cerca de cuarenta y cinco minutos. Para la cena, Lauren había elegido un restaurante parecido a Beachcombers para que Camila pudiera comparar e inspirarse, y le había sorprendido con la noticia de que no se alojarían allí mismo.

En cualquier caso, Camila no había podido pensar ni en el trabajo ni en dormir. Su
mente había estado ocupada durante la interminable cena con ideas sobre lo que harían cuando estuvieran a solas y desnudas.

Aun así, Lauren había convertido cada bocado en un momento de placer. Desde el primer instante de aquella escapada había actuado con una seductora amabilidad. Cuando se proponía ser encantadora resultaba irresistible.

Camila apartó la mirada y contempló el desierto rocoso por el que avanzaban. Sólo había postes de teléfonos y algún cactus ocasional; el aire era seco, muy distinto al clima húmedo que Camila había llegado a adorar en la casa de la tía Martha.

El viento le sacudía el cabello y tiraba del pañuelo con el que se lo había recogido. En cierto momento, decidió soltárselo y que flotara libremente, casi como un símbolo de que había cedido el control a Lauren.

Ya que era evidente que Lauren había elegido un lugar apartado y que tendrían que pasar un tiempo en el coche, quizá sería mejor aprovechar el tiempo.

Alargó la mano y la deslizó por el muslo de Lauren lentamente, palpando los músculos que percibía debajo de la ropa.

-Y no puedo hacer nada para convencerte de que tomes un atajo? -dijo con una pícara sonrisa, al tiempo que le presionaba la pierna a apenas unos centímetros de la bragueta del pantalón.

Lauren le sujetó la muñeca y se la separó de la pierna.

-Como sigas así vamos a tener un accidente.

Tenía razón, así que Camila se hundió en el asiento y decidió esperar.

Pero fue entonces cuando Lauren tomó un desvío.

-Lauren, ¿dónde está el hotel? -Camila no veía señas de civilización en ningún punto del horizonte.

-¿Quién ha dicho que fuéramos directos al hotel?

Camila sonrió y sintió una burbujeante alegría. Siempre había disfrutado más las ocasiones que hacían el amor al aire libre que cuando iban a hurtadillas a su dormitorio o al de Lauren. El exterior representaba un terreno neutro, no pertenecía a ninguno de los dos.

Lauren apagó el motor, pero dejó la llave en el contacto para poder seguir oyendo música, una selección de piezas clásicas que proporcionaba la atmósfera perfecta a aquel magnífico escenario. Se giró hacia el asiento de atrás y tomó una manta con la que Camila adivinó que se protegerían de la fría brisa del desierto. La
mirada de Lauren no dejaba lugar a dudas: muy pronto, ambos se habrían quitado la
ropa.

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