Capítulo 3

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Camila estaba en la puerta de la caravana de sus padres con unas bolsas llenas de alitas de pollo para que cenaran y molestaran lo menos posible.

Su tía Kiara, la mujer del tío Mark, colocaba los paquetes junto al fregadero.

-Pasa y cena con nosotros -dijo, en el falso acento de Boston con el que pretendía hacer creer que pertenecía a la rama pobre de la familia Moore-. Nos encantaría oír hablar de tu negocio.

-Gracias, pero ya he cenado -Camila bajó un peldaño y, de pronto, se encontró en el aire.

Una mujer con un brazo musculoso y olor a brisa de mar y a jabón caro la había tomado por la cintura y la había levantado del suelo. Una mujer en particular.

Apretándola contra sí, le susurró por detrás al oído:

-Buenas noches, señora -y con un gesto de la cabeza saludó a los espectadores de la caravana-. Camila tiene otros planes para esta noche.

Y sin esperar respuesta, dio media vuelta y se encaminó hacia la playa a grandes zancadas.

-¿Te importaría decirme dónde me llevas? -protestó Camila, revolviéndose.

Lauren la tomó con fuerza y la cargó sobre su hombro-. Esto no tiene ninguna gracia.

O quizá sí, pero Camila no estaba dispuesta a mostrarse interesada. Para no parecer demasiado dócil, se puso a patalear en el aire. Una patada alcanzó a Lauren y Camila sonrió al oírle gritar de dolor.

-Lauren, bájame.

-No -replicó ella, sin detenerse.

Camila apretó los dientes al ver en la distancia a su familia, presenciando la escena por las ventanas de la caravana.

-Así no vas a conquistarme -aquella demostración de fuerza bruta la hubiera indignado de haber estado lúcida, pero sus hormonas la traicionaban en cuanto estaba cerca de Lauren y le impedían reaccionar.

-¿Quién ha dicho que quiera conquistarte? -dijo ella, sin perder el paso.

Ese fue un golpe al ego de Camila que detuvo momentáneamente su pataleo.

-¿Piensas decirme dónde vamos y por qué estás haciendo esto?

-En seguida.

Como siempre, era ella quien marcaba los tiempos, quien exigía o todo o nada. Si tenía suerte, como mucho podría tirarla al agua como venganza por su estúpido comportamiento. Pero también había otras posibilidades, y Camila empezaba a sentirse excitada al recordar que, en otras ocasiones, Lauren había cargado con ella como lo hacía en aquel instante para acabar echándola sobre la cama o sobre la arena de la playa y, a continuación, conseguir que la perdonara dedicando una apasionada atención a cada centímetro de su cuerpo.

Los pasos de Lauren resonaron sobre el muelle abandonado que había en la parte de atrás de su casa y Camila dedujo que aquel era el lugar que había elegido para hablar con ella.

A solas.

Al menos podría tirarse al agua si es que no le gustaba el rumbo que tomaba la conversación.

Lauren la dejó en el suelo con sensual lentitud y la atrapó contra la barandilla, apoyando sus dos manos a ambos lados del cuerpo de Camila. Ella observó que tenía los pantalones tan bien planchados como por la mañana y que en la camisa sólo había unas pequeñas arrugas que había dejado su cuerpo. Resbaló la mirada por sus musculosos brazos, y en cuanto notó un cosquilleo en la boca del estómago, se dijo que debía mirar a otra parte.

Al alzar la vista y descubrir que Lauren fruncía el ceño, tuvo la tentación de besarlo para borrar la preocupación de su rostro, pero de pronto recordó que estaba enfadada con ella. Siempre le costaba recordarlo.

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