Camila se repitió una vez más que no tenía de qué preocuparse.
Estaba detrás del mostrador, de rodillas, sacando una pila de camisetas pintadas a mano para reponer las que se habían vendido el día anterior, y se esforzaba por recuperar parte de su optimismo. El día anterior se había resistido a Lauren y por primera vez en su vida no había acabado en su cama. Por fin podría dejarla en el pasado y pensar en el futuro. Igual que a la familia Cabello.
Se dejó caer sobre los talones bruscamente y apoyó las camisetas en los muslos. Era injusto considerar por igual a Lauren y a su familia cuando de ésta no podía decir nada positivo mientras que con Lauren había compartido grandes momentos, quizá los mejores de su vida. Era injusto no valorarlo cuando era la persona que le había hecho sentirse especial a una edad en la que se consideraba una ciudadana de segunda categoría.
Además, debía agradecerle que la hubiera animado a emprender la aventura de montar un negocio y a presentar el proyecto a sus hermanas cuando, al morir la tía Martha, descubrieron que habían heredado la casa. ¿Quién hubiera dicho que tres chicas sin capital convertirían una vieja mansión en un restaurante de éxito? El negocio mejoraba día a día. Había un tráfico constante de clientes desde la hora del desayuno hasta la de la cena. En sólo dos años habían conseguido los bastantes beneficios como para poder renovar el tercer piso de la mansión para acoger huéspedes.
La mayoría de la clientela procedía de la base militar y de la universidad. En ocasiones puntuales, atraídos por la idea de acudir a un edificio histórico de la costa de Charleston, una clientela más selecta las contrataba para celebrar una reunión especial.
Estar al lado de la playa era uno de los mayores atractivos del restaurante, aunque supusiera estar permanentemente amenazados por aquellos que querían transformar la zona en un puerto deportivo para atraer turismo, o incluso por promotores que intentaban comprar los terrenos colindantes para construir urbanizaciones. De hecho, Camila y sus hermanas podían haber ganado mucho dinero de haberse decidido a vender. Pero el restaurante representaba mucho más para ellas que un medio de vida. Era el símbolo de la familia y la seguridad que ninguna de ellas había tenido hasta llegar a aquella casa.
Por eso Camila no concebía la idea de marcharse por más que Lauren hubiera intentado convencerla de que lo acompañara en sus viajes por el mundo. Aunque la proposición era tentadora, siempre había entrado en contradicción con su necesidad de echar raíces en un lugar permanente. ¿Por qué le costaba tanto a Lauren comprenderlo?
Camila puso varias caracolas decorativas sobre las camisetas y se puso en pie.
Un olor familiar la paralizó. Olisqueó el aire. Sus sentidos no la engañaban. Era el inconfundible perfume de la colonia de su madre.
Asomó la cabeza hacia el lateral de la tienda y confirmó sus sospechas. Sinuhe miraba los objetos con una atención que iba más allá de la curiosidad. En cuanto constató con alivio que no se metía nada en los bolsillos, Camila decidió espiarla desde la distancia, convencida de que obtendría más información sobre sus intenciones observándola que charlando con ella.
Sinuhe tomó la máquina de las tarjetas de crédito, apretó algunos números y la dejó sobre el mostrador. Luego, pasó la mano por unos collares como si fueran las cuerdas de un arpa.
Con aire distraído se acercó hacia la puerta y Camila vio, horrorizada, que al otro lado estaba el resto de la familia. Aquella era la hora a la que solía acudir la madre de Lauren, y la idea de que coincidieran todos en el restaurante le dio pánico. Tomó una bocanada de aire al darse cuenta de que se le había cortado la respiración y por primera vez en su vida temió sufrir un ataque de nervios.
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Sólo Tú
Romansa¿Cómo podría negarle nada a aquella mujer? Amable. Irresistible. Peligrosa. Lauren Jauregui era todo eso y mucho más y había protagonizado las fantasías de adolescencia de Camila Cabello... Además había sido su primera amante y su gran desengaño. A...