Sin importar el tiempo ni el lugar

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Louhi arrojó un pesado suspiro que la brisa se llevó a tierras distantes. Pensó en Sian, en ese momento íntimo que pasó con ella hasta hace muy poco. La recordó con un profundo cariño y a la vez con una punzada en el pecho cargada de melancolía. Lamentaba romper esa promesa, pero aquí estaba en juego no solamente la vida de Rauni, sino que su orgullo como ser humano. Estaba en deuda con él y aunque seguía sintiéndose culpable, estaba seguro de que Sian lo perdonaría cuando le contara como se conocieron. "Tendré que comerme esas agujas y cortarme el dedo... Que mal, Sian..." pensó, mirando a sus adversarios.

Había tomado la decisión. Sin importar cuánto miedo tuviera o si el dolor le estaba invadiendo, daría su vida por el idiota de su amigo porque ese mismo cabeza hueca le había no solo salvado la vida, sino que le entregó una razón para vivirla. Había decidido que estaba en deuda con quien lo sacó de las calles, lo alimentó y lo vistió, a cambio de prácticamente nada. Y no solamente eso, lo llevó con él y le enseñó lo que hacía, lo presentó ante el Gremio de Cazadores y habló con mucha gente. Ya no lo miraban tan raro por ser un mecano, como se comentaba por las calles. Y aunque se lo dijeran, ya era tan insignificante que comparado a como estaba antes, daba igual.

Ahora su amigo, su hermano mayor, su padre, su mentor, esa persona que lo era todo en uno, yacía ahí, derrotado y en una postura mucho peor de la que había tenido con Grimyr o incluso otros oponentes poderosos. Lo único por lo que se arrepentía, era por no haberse atrevido a interrogar a Rauni en serio. A saber más de él y compartir la pesada carga que siempre parecía estar llevando. ¿Acaso él mismo moriría sin haber podido preguntarle nada a Rauni? Se sentía tan mal de temer a que su amigo se enfadara con él por entrometerse en sus secretos... Pero ¿cómo no iba a estar curioso de esa persona que era prácticamente su única familia? Las respuestas estaban bajo esa cabellera rubia, pero... a este paso, no parecía que las conseguiría alguna vez. No si lo dejaba morir, de todas formas. Debía haber una razón por la que se lo estaban llevando, de lo contrario, ya lo hubieran matado. Hacerlo aquí, en Namurova o en Minevum daba igual. Si conseguía hacer tiempo y aprovechar las oportunidades que vinieran de aquí en adelante, estaba seguro de que podría volver a encontrarse con Rauni. Miró su rostro ensangrentado y adormecido y soltó otro suspiro.

—¿Cómo sé que no lo matarás? —preguntó por fin.

Una película de sudor cubría el rostro de Lhia. Aunque no se movía, le dio la impresión al mercenario de que estaba jadeando. Quizás, solo quizás, aún tenía una oportunidad para enfrentarse a la chica y al menos huir con Rauni. Pero al final, si lo pensaba bien, no tenía como hacerlo contra dos oponentes así de fuertes. Pero recordó que la violencia pura no era su forma principal de luchar y fingió acomodarse el cabello en la izquierda para presionar tres botones del comunicador en una secuencia específica. Una cualidad modificada que alcanzó a instalar apenas se separó de Sian y que acostumbraba a hacerlo con cada dispositivo nuevo que pasaba por sus manos, pero que al final nunca había utilizado. Ahora comprobaría su efectividad, aunque quizá cuánto tiempo pasaría antes de comprobarlo.

—¿Por qué esperaría a matarlo cuando podría hacerlo ahora? —la chica suspiró—. Podré ser una gran luchadora y podré engañar a casi cualquier persona, pero si te doy mi palabra más te vale que confíes en ella —Lhia lo miró a los ojos y Louhi supo que esa mirada era sincera, aunque turbia y aún llena de agresividad.

—Entonces está bien —concluyó el mercenario y se acercó al grupo.

Las pisadas de Louhi sobre el asfalto resonaron en la silenciosa y solitaria estación. La luz de la luna seguía compartiendo su fulgor sobre el lugar y sobre los aún alterados presentes. Lhia le echaba una mirada a Rakun, que ahora ya dormía y le parecía que su tamaño se había estado reduciendo, contrayendo cada vez una apariencia más similar a la que se encontró hace unas horas dentro de la van. "Esa cosa es muy extraña..." pensó. El encapuchado, aún en silencio, observó a Louhi hasta que llegó con ellos. El mercenario levantó las manos, queriendo que lo revisaran y aunque Lhia pensó en no hacerlo por un segundo, lo hizo de todas formas y vació todos sus bolsillos. No encontró ningún arma, pero si suficientes herramientas como para haberse convertido en un problema. Y por supuesto, encontró el comunicador.

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⏰ Última actualización: May 10, 2021 ⏰

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