A.D.M.

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"¿Mariah Wirtanen?" pensó Louhi, el nombre le resonó por toda la cabeza preguntándose cómo no se había dado cuenta antes. Por supuesto que no se había dado cuenta si llevaba años como usuaria del mercado negro con esa rarísima puntuación de 5 que nunca bajaba ni subía, con trabajos tan esporádicos que parecían una leyenda entre los mercenarios. Además, ¿cómo era posible que un miembro de la Corte de Minevum se adentrara en el mercado negro? Trabajar para cualquier sujeto con los suficientes recursos para pagar, estuviera en Minevum o al otro lado del continente era completamente lógico, pero alguien con la posición de Mariah significaba estar traicionando a Namurova con todas sus letras. "Si se llegasen a enterar..." pero pronto descartó el pensamiento, la verdad era mejor no imaginarlo. No se había sentido tan estúpido desde la vez que que se había quedado tres días frente a una tableta sin saber como repararla cuando la solución estuvo siempre bajo su nariz.

Rauni no dejó demostrar su sorpresa. Bajo esa sonrisa perezosa analizó a Mariah de pies a cabeza y recordó lo detestables que eran los científicos. La situación delicada se había hecho cien veces más delicada y no sería fácil seguir adelante si había otro problema. Por suerte estaban en el último paso, bastaría con entregar la piedra y ya.

—Perdone mis malos modales, podrá imaginar que no sabíamos sobre su identidad —le dijo el rubio, siendo honesto.

—¡Tonterías! —exclamó de inmediato—. Pertenecer a la Corte no me hace parte de la élite.

La delgada figura de la mujer se acercó al ventanal que miraba el último piso del drevokov. Puso su mano derecha sobre el vidrio y miró a las afueras con expresión tosca y de desagrado.

—Poco me importa ser parte de ellos. Yo estoy aquí por la tecnología. Así que guarda tus buenos modales para el rey, si es que los tienes.

—Vale, vale... —Rauni se rascó la cabeza mirando al piso y al devolverle la mirada a Mariah, esbozó una sonrisa que fue correspondida por la científica.

—Así me gusta —declaró. Se acercó a la pareja de mercenarios tocando uno de los cilindros que adornaban su cabello y de pronto aparecieron desde el suelo dos sofá blancos mirándose uno al otro, solamente interrumpidos por la mesa baja de vidrio ennegrecido. La mujer les hizo una cordial invitación a sentarse.

Rauni y Louhi estaban en el sofá más cercano a la puerta con una desgastada mochila que descansaba en medio. Mariah estaba sentada frente a ambos con sus delgadas piernas cruzadas. Pronto llegó Antti con algo para beber para los tres, una bebida caliente de color negro, lo más parecido que habría logrado la tecnología de replicar el mítico "café" a través de saborizantes. Lo llamaban imcaff y era bastante popular entre la población adinerada.

—Esto se ve bastante élite si me preguntas a mí —dijo Rauni bebiendo del líquido. Se quedó mirando el vaso con un aire nostálgico.

—Bueno, ¿quién no tomaría provecho de algunas ventajas? —respondió con una sonrisa.

Louhi seguía en silencio, mirando en todas direcciones con su único ojo humano con cautela.

—¿No bebes imcaff, joven? —preguntó la mujer.

—Nunca lo he bebido —respondió con voz tenue.

—Deberías probar un poco y agregarle endulzante. Tengo entendido que las papilas gustativas de los más jóvenes aún se están desarrollando —la mujer le ofreció el líquido transparente de una botella de vidrio. Luego agregó —Vaya, ni siquiera he preguntado tu nombre, muchacho.

—Es Louhi —finalmente bebió un sorbo del líquido. Un sabor amargo y metálico recorrió su lengua. Se le hizo imposible ocultar su expresión de disgusto.

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