El Reino de Minevum

33 6 12
                                    

Louhi tenía frío. Era de ese frío constante que congelaba lentamente la carne hasta los huesos. No solo eso, sino que además la humedad del ambiente, la oscuridad y la putrefacción de la basura en el callón en que se encontraba hacían que fuera una situación desesperante. Louhi aún así yacía en el suelo, inmóvil, mirando sin ver a la multitud sin rostro que recorría alegremente la calle principal, mucho más limpia e iluminada. Estos lo miraban raro, como si no fuera algo de este mundo y no lograba entender la razón detrás de esas miradas. Pronto la lluvia comenzó a mojarlo todo y la masa de personas se refugió en cobertores hidrofóbicos o en locales con comida caliente, algo que sabía que no podría obtener. No tenía nada, ni energías para moverse. No era nada, ¿o era algo? ¿por eso lo miraban extraño? No lo sabía. Solo sabía que el agua comenzó a colarse entre las rendijas que dejaban los techos de los edificios y las tuberías mal puestas haciendo que un fuerte goterón cayera exactamente cada seis segundos sobre su rostro y no podía hacer nada al respecto, ni siquiera poner su mano sobre la gota.

De pronto, una figura oscura se separó de la masa y se le acercó abruptamente. Todo se fue a negro hasta que despertó. Jadeó con fuerzas mirando con frenesí a su alrededor, tratando de reconocer el desordenado espacio en el que habían decidido pasar la noche. Afuera llovía con tal intensidad que el sonido que hacía al chocar contra el metal del contenedor parecía una balacera. Rauni aún dormía; su cabellera rubia y desordenada se mecía de un lado a otro mientras se quejaba de algún sueño que parecía estar teniendo.

Louhi tomó la tableta y encendió el holograma que lo cegó por unos segundos hasta que rápidamente bajó la potencia de este. Miró la hora y se dio cuenta de que sólo habían pasado cinco horas desde que se habían ido a dormir. No era común que durmieran durante el día, por lo que era lógico que no pudiera extender sus horas de sueño. Después de todo, lo único que los había hecho dormirse era el cansancio.

Se preguntó si sería necesario despertar a Rauni, pero finalmente decidió esperar un poco más antes de decir cualquier cosa. Esperó por un rato y vio una oportunidad ante la duda que se le había cruzado hace unas horas atrás. Podría escabullirse e ir con Myla para sacarle toda la información posible acerca de Rauni, pero, ¿era lo correcto? Se quedó sentado en la camilla debatiéndose por la naturaleza moral de aquellas preguntas y lo que pensaría Rauni al respecto; si se enteraba seguro estaría hecho una furia. Se quedó tanto tiempo pensando en si hacerlo o no que al final se le acabó el tiempo para tomar cualquier decisión: el rubio ya había abierto los ojos. Cuando despertó se incorporó lentamente hacia adelante dejando en evidencia su cara somnolienta y con la que le dirigió una mirada a su compañero quien fingió revisar algo en la tableta.

—¿Qué hora es? —preguntó en un balbuceo que otro no hubiese entendido.

—Las 4:15.

—¿¡Tan tarde!? Por Los Celestiales, larguémonos de aquí de una buena vez —exclamó haciendo a un lado la manta que tenía encima y poniéndose las botas al mismo tiempo. Louhi lo siguió con la mirada y con una sonrisa, dejó atrás su debate.

Al entrar al restaurante por la puerta trasera notaron que el matrimonio no estaba ni tampoco habían clientes de los que debían preocuparse. Rauni le hizo un ademán a su amigo y salió por la puerta principal, recordando lo que ocurría cuando llovía en Skarti. Se encontraron a la pareja sentados en las sillas que habían en la entrada techada, donde el felino estaba hecho una bola y ronroneaba tan fuerte que parecía una pequeña máquina. Ambos miraban la lluvia con un aire nostálgico, expresión que no cambió al ver a Rauni.

—Vaya, si no es el hombre que trae la lluvia a los rincones de Skarti —pronunció Wayne con su grave vozarrón.

—Para que veas que no soy cualquier cosa —Rauni le hizo un gesto burlón, a lo que Myla respondió con una risita.

RakunDonde viven las historias. Descúbrelo ahora