El polvo de Skarti

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Se habían detenido solamente una vez en una zona de descanso junto a una estación de plasma durante la madrugada. Se estacionaron entre dos camiones cuyos conductores parecían profundamente dormidos y le dieron finalmente un descanso al motor. Rauni por primera vez en un par de horas comenzó a quejarse del dolor y, cómo no, si la herida seguía abierta y manchándolo todo. Se quitó la camiseta ajustada, casi tiesa por la sangre seca, y la lanzó a un lado mientras Louhi preparaba el aerosol curativo, herramienta vital para cualquier idiota que robara meteoros. El torso de Rauni exhibió las innumerables cicatrices que, en un principio, pudo decir cómo se las hizo, pero que en este momento era imposible seguirles el rastro; "Solo una más a la colección" como decía él.

—¿Seguro que no deberíamos ir a un médico? —preguntó Louhi, mirando la profundidad de la herida.

—Por supuesto que no, ya estamos a medio camino. Hazlo rápido, ¿quieres? —Louhi no esperó a que terminara de pronunciar y le arrojó el aerosol en la herida —. ¡Hijo de puta! ¡No tan rápido!

Louhi sonrió con malicia y Rauni se fregó durante un buen rato la zona donde tenía la herida. El rubio no era por ningún motivo un hombre cobarde, pero el aerosol curativo dolía tanto como una fuerte quemadura porque su efecto era obligar a las células a reparar el tejido a una velocidad anormal; podría dejar listo a Rauni para otro combate casi en seguida.

El mercenario se lavó con una toalla húmeda y se cambió de ropa volviendo a su querida chaqueta burdeo. Ambos cerraron sus ojos por unos minutos, pero el cansancio los venció y cayeron dormidos con la música del mundo pasado que Rauni tenía de fondo. Pasado un par de horas, Louhi despertó de golpe y con sólo ver la hora se le esfumó el sueño. Despertó a su compañero y al rato los estómagos de ambos rugieron como si no hubieran comido en días, por lo que mientras Rauni ponía en marcha el motor del vehículo, Louhi se repartía entre los dos las últimas provisiones de carne seca.

—Nos mantendrá un rato, pero deberíamos parar a comprar o comer pronto —le dijo al rubio, mientras masticaba el trozo con dificultad.

El hambre los había mantenido en silencio por un buen rato. Un par de horas la verdad, absorto cada uno en lo suyo. Rauni pensaba en lo relajante que era la vía mientras se imaginaba que pasaría más adelante con el famoso meteoro. Louhi, por otro lado, murmuraba para sí mismo en la parte trasera de la van mientras reparaba frenéticamente el casco que su compañero había robado. Era una maravilla tecnológica que por fin tenía al alcance de sus manos y además sin pagar un solo kurama. No podría ser más afortunado.

En un impulso de éxito, Rauni interactuó con el panel táctil derecho del vehículo donde finalmente seleccionó la opción de música y rápidamente encontró dentro de sus archivos la canción que estaba buscando. Una guitarra junto a una batería comenzaron a escucharse rítmicamente, le siguió hasta resonar por toda la van la potente voz de Mercury. Louhi no tardó en darse cuenta.

—¿Quieres bajarle a eso? Intento concentrarme —le reprochó el joven, enfadado.

Rauni le subió aún más el volumen.

—¡No te oigo! —le hizo una seña con la mano—. God knows! God Knows I want to break free! —cantó en voz alta a la par con la canción.

El rubio abrió la ventana que tenía a su lado y la ventisca fría del amanecer comenzó a filtrarse dentro del vehículo. Sacó la cabeza hacia afuera y comenzó a cantar aún más fuerte. La voz de Rauni resonó por la carretera vacía, alertando a los pequeños animales que vivían en los pastizales.

Louhi cedió y se rió a carcajadas, dejando totalmente de lado su proyecto. Miraba a Rauni cantar la lírica de la canción de memoria, bajo la tonta sonrisa que siempre llevaba en el rostro,. cantaba desde el corazón y él lo sabía.

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