11.

14 4 0
                                    

El domingo desperté y me di cuenta de que estaba sola. Abrí el refrigerador y vi que había una bolsa con una nota que decía: «Floja, tu comida está aquí, sólo métela al microondas»
Bueno, al menos no tendría que cocinar.

Me di una ducha y me puse un short y una blusa sin mangas. Horas más tarde metí la comida al microondas y me senté a ver una serie.

Mamá llegó por la noche con una caja de pizza. Cenamos juntas y me contó sobre su trabajo. Al parecer un compañero suyo gustaba de ella.

—Deberías darle una oportunidad —dije mientras masticaba mi pizza.

—Tal vez no, y no hables cuando masticas.

—¿Por qué no? —pregunté cuando hube terminado.

—No lo sé, Hall, soy vieja para eso.

—Vamos, mamá, no eres vieja. Eres muy joven y además guapísima, cualquier hombre moriría por estar contigo.

—Lo pensaré.

—¡Bien!

Terminamos de cenar y subimos a dormir.

El lunes me arreglé para la escuela, desayuné con mamá y ambas salimos de la casa, yo a la escuela y ella al supermercado.

Cuando llegué vi a Cassidy y corrí hacia ella, me recibió con un abrazo.

—El peor fin de semana de mi vida —dije cuando nos separamos.

—¿Tan malo fue?

—Sí. Todo empezó cuando antes de irme con mi papá llegó un arreglo de flores a mi casa con una nota que decía «Hallie, espero que estas flores te gusten tanto como tú me gustas a mí»

—¿Quién la firmaba?

—Una letra J.

—James.

—Tal vez.

—Jason.

—No.

—¿Hablarás con James?

—Tengo que hacerlo.

—¿Y qué pasó después?

—¿Recuerdas a mi medio hermano, Kendall? —asintió—. Dijo que lo gusto.

—¿¡Qué!?

—Y eso no es lo peor, Cassidy —hice una pausa mientras ella me miraba impaciente—. Me besó.

—¿¡Qué demonios!?

—Exacto. Necesito conseguirle una novia.

—Hay una chica que coquetea con Harry, puedo darte su número.

—Matar dos pájaros de un tiro, me gusta —dije y sonó la campana avisándonos que llegaríamos tarde a clase.

Pasaron tres clases hasta la hora del almuerzo.
Salí del salón con Cassidy y comencé a buscar a James, después de unos minutos lo vi.

—¡James! —grité y volteó a verme.

—¡Hallie! —respondió acercándose.

—Te estaba buscando —dijimos al unísono cuando nos acercamos.

—¿Qué pasa? —preguntó.

—Sé que será raro preguntarte esto después de estar dos semanas sin hablarte, pero, ¿tú enviaste un ramo de flores a mi casa?

—¿Por qué lo preguntas?

—Llegó un arreglo con una nota misteriosa.

—Pues no, no fui yo. Pero si te gustan las flores puedo hacerlo algún día.

—No. Es decir, sí me gustan las flores, pero no tienes que molestarte.

—No sería una molestia —dijo sonriendo, lo cual me hizo sonreír a mí.

—Bueno, te veo luego.

—Hallie, ¿en serio piensas evitar de nuevo esta conversación? —preguntó y yo bajé la mirada avergonzada—. Mira, yo sé que te arrepientes por...

—No me arrepiento —interrumpí.

—Ah, ¿no? —preguntó esperanzado.

—No, para nada. Es sólo que... es difícil, ¿sabes? Tú tienes cien por ciento claro que te gusto, o eso creo —reí nerviosa—. Para mí, es confuso. Jason me gusta, pero me encanta pasar tiempo contigo, que me hagas reír cuando dices cosas sin sentido, que hables con las plantas cuando estás borracho, que me alegres cuando estoy triste, que me cuides de no emborracharme, que me ofrezcas alcohol que nunca he probado, que hayas elegido esa canción, me encanta que digas que te gusto y... espera, ¿notas lo narcisista que soy? —dije y ambos reímos—. James, me encantó que me besaras, pero... necesito pensarlo.

—De acuerdo... ya no me evitarás más, ¿cierto?

—Nop, no lo haré.

—Bien, tengo que irme.

—Igual yo.

—Amm, yo... ¿podría...? —titubeó y me acerqué a él para abrazarlo.

—Claro que puedes, siempre lo haces, ¿por qué dejarías de hacerlo?

—Por idiota —respondió y me reí.

—¿Podría...? —pregunté yo.

—¿Podrías qué? —me acerqué de nuevo y le di un beso en la mejilla.

—Eso, te veo luego —sonreí y di media vuelta.

—Hallie.

—¿Si?

—Aunque sé que esto alimentará tu narcisismo... Me gustas —sentí como me sonrojé—. Nos vemos luego.

Caminé hacia la cafetería y me senté a la mesa donde estaba Cassidy.

—¿Y? —la miré confundida—. ¿Fue él quien lo envió?

—Ah, no. Voy a preguntarle a Jason —me levanté.

—Hall, ¿pasó algo?

—No, sólo estoy confundida.

—No deberías estarlo.

—Lo sé, ahora vuelvo —salí de la cafetería y me encontré a Linda, le pregunté por Jason y me dijo que estaba en su casillero.

Me dirigí hacia allá pero lo encontré a medio pasillo —Jay, ¿cómo estás?

—Increíble, ¿y tú?

—Igual. Oye, ¿recuerdas que me invitaste a cenar el sábado pero no pude aceptar?

—Sí, ¿por qué?

—¿Tú enviaste flores a mi casa?

—No, si aceptabas iba a comprar, pero te las iba a entregar yo mismo.

—Entonces, ¿no fuiste tú?

—Nop, ¿qué pasó?

—Es que, tenían una nota, pero sólo la firmaba la letra J.

—¿James?

—No, ya le pregunté.

—Vaya, tienes un admirador secreto —dijo en tono de burla.

—Claro que no, ¿y Danie? —pregunté para cambiar de tema?

—Enferma.

—¿Está bien?

—Sí, es sólo un resfriado.

—Ah, me alegro.

—Sí, yo también.

—Te veo luego, Jay.

—Nos vemos.

X.

Amores Confusos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora