•Capítulo 21•

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"Ser infiel no es malo, lo malo es que te descubran"

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"Ser infiel no es malo, lo malo es que te descubran"


Casi dos días completos y la noticia de la desaparición de Alexandra Dawson ha encargado de expandirse de una punta a otra en todo Adams como si se tratara de pólvora, a pesar de que las cosas no terminaron aquella noche como se pensaban...

Una patrulla con tres policías había llegado, rápidamente, invadiendo el patio trasero de mi casa, con el sonido de la sirena rebotando por todos lados y sus luces brillando lo suficiente como para provocarme un terrible dolor de cabeza.

Apartándose la mota imaginaria del uniforme entallado con maestría por los definidos ángulos de su cuerpo y su linterna encendida sin una razón contundente, el jefe dio un paso en dirección a nosotros, y luego no tardó más de medio minuto para que sus subordinados se nos unieran.

Con un profesionalismo de excelencia, papá les tendió la mano y comenzó a explicarles brevemente la situación. Al parecer, él, cuando no se encontraba en disputa con las dos neuronas de su cabeza y el tiempo disponible para ser un peligro en mi vida se le agotaban, terminaba siendo una persona totalmente diferente a la normal.

Los progenitores la chica se mantuvieron a sólo centímetros de nosotros, expectantes, más la sensación fría que empezaba a  abrirse paso como densa lejanía se instaló similar a un fuerte muro entre nosotros, y en mi opinión, ellos no podían parecer más miserables ni aunque se lo propusieran.

Me dio un vuelco en el corazón con la secuencias de sus posturas, y por el gesto sollozante y preocupado, tannn comprensible. Alexandra, su hija, era hija única y el no saber dónde se encontraba los tenía, obviamente, rallando el sobresalto.

Se prosiguió con la idea de recoger de forma no oficial el testimonio de la pareja, por separados, por si una versión no tenía puntos de vinculación con la otra. Los casos de padres que fingían el extravío, secuestro o desaparición de sus propios hijos mientras eran ellos mismos los que los mataban no eran el pan de cada día, pero tampoco había la suficiente información como para descartar una opción así.

En sus libretas plegadizas recogieron todo lo que pudieron, mostrando en todo momento especial atención y disposición.

Una pequeña llama de esperanza creció dentro de mí, ya que para ese entonces había sido imposible no sentirme involucrada y partícipe hasta cierto punto de aquella especie de recolecta de información que empezaba a acumularse. Pero... De momento, todo se convirtió en cenizas, y la magnitud oscura y perdida me embriagó hasta el alma, cuando una vez llegado a un avance el jefe de  los agentes expresó que la investigación quedaba descartada y que no iba, bajo ningún concepto, a abrirse.

Quedé estoica y suspiré con amargura por la idea de la supresión del caso, de la limitación de su importancia y del final propio y forzado que le estaba decretado, el cual no representaba su solución en lo más mínimo.

Mis Malditos Vecinos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora