•Capítulo 9•

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"––En esta relación yo soy el que manda.

––Tienes razón, gatito.

––¡¿La tengo?!

––Obvio microbio, tú eres el que manda...el que manda los regalos, las flores y el chocolate"

Si alguien me hubiese dicho en la mañana que iba a terminar compartiendo un espacio cerrado con dos de los DiSalvo y con Kendall sin tener fuerzas para más confrontaciones de por medio, no le habría creído y de paso me habría desternillado en toda su jeta.

Sin embargo, la realidad tiende a ser muchísimo más divertida y subjetiva que la ficción.

Frente a mí tengo el placer de admirar a la reina de reinas, a la rubia más plástica y falsa que ha cruzado por el radar de mis globos oculares, al único ser humano que podría poner a Barbie envidiosa: a Kendall Morrison, mi némesis personal por excelencia. Aún en la distancia, no tan prudencial, que nos aísla mantiene su mirada puesta sobre, tan sutil como Muhammad Alí en una batalla cuerpo a cuerpo. Pero lo más destacado––y lo que también le quitaría gran parte de seriedad a su caso––no es eso, sino la nueva decoración de fango verde y mugriento que se encargó de ponerle a su vestido negro de Channel el "accidente" que recién atravesamos.

A mi derecha, yace Jordan, su mirada se ha perdido en algún punto de la blanca pared en la sala que nos ubicaron, del fondo de su garganta son audibles sus gemidos ahogado mientras mantiene sobre su ojo hinchado y purpúreo un trozo de hielo.

Y a la izquierda tengo a Jules, con el pelo descompaginado, el ojo igual o peor de lastimado, la camisa con los botones deshechos y desprendidos hasta el ombligo y un montículo pequeño de sangre en los labios.

Esta sería una situación graciosísima, una que ni en un millón de años podría olvidar. Si no fuera por un pequeñísimo detallito de nada:

¡YO ESTOY TAN JODIDA COMO ELLOS!

Pero bueno, ¿qué más le voy a pedir al universo?

Aquí todo en la vida pasa, excepto mi mala suerte, esta sigue como mi virginidad: intacta.

Lo que debería hacer es enamorarme de ella, a ver si también me deja.

Un monumental chichón me acicala la frente, chichón que me hace parecer más a un miembro de la comunidad de los Teletubies que a un ser vivo con sangre caliente. Mi ropa está llena de lo que espero sea fango, sudor y algo de mis propios lágrimas.

Mis Malditos Vecinos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora