"Bueno Julesito, no puedes gustarle a todo el mundo, no eres una croqueta"Según estudios el noventa y ocho porciento de la humanidad odia levantarse temprano, ya sea lunes, martes, miércoles o sábado. El noventa y ocho porciento simplemente lo detesta sin una razón aparente. Yo, en cambio, soy ese dos porciento que no.
Son las siete y media de la mañana, y Brianna Conor está con su vehículo verde fosforescente frente a mi casa. Parece un maldito vómito reluciente en medio de la calle.
---¿Qué se supone que traes puesto?---rie señalando mi ropa.
Acomodo la sudadera gris con las enormes siglas de "Ultimate Fighting Championship" en rojo (porque sí, soy fanatica de las artes marciales) y restándole importancia contesto:
---Hacía frío.
Mi mejor amiga arquea las cejas.
---Estamos a 30 grados acá afuera, si Kendall ve eso te destruirá.Siempre he creído que todos jugamos un papel en la vida y como eso es real Kendall sin dudas es el higiénico.
Kendall, alias "la zorra", Morrinson es la chica más popular de la Universidad, la capitana del equipo de porristas y mi archienemiga, desde tercero de primaria, justo el día en que "accidentalmente" me pegó un chicle en el pelo porque me negué a salir con su hermano.
Tan madura ella.
---Tú sólo preocúpate por abrir ese escarabajo y llevarnos a la escuela, no quiero llegar tarde una vez más.---suspiro señalando el coche y como respuesta ella gruñe.
Brinn al fin está cumpliendo uno de sus objetivos para este nuevo curso:"No pasar desapercibida".
Bueno, con ese coche ¿quién lo haría?
Entro al coche por el asiento de copiloto y agarro los bordes de la sudadero, quitándola. Esto me estaba empezando a producir calor, uno similar al de lamer una cucharita metálica luego de dejarla reposar medio minuto en una tasa de té hirviendo.
¿Eso acaba de sonar intelectual o soy la única idiota que lame las cosas a pesar de saber que estarán hirviendo?
Sí, creo que soy la única.
El viaje hasta la Universidad de Sheffield pasa más aprisa de lo que me percato. Luego de parquear atravesamos el campus terminando en la cafetería. Nos rodea el nudo de estudiantes repartidos por doquier y ahí estamos ella y yo, dos veteranas de segundo año frente a la oleada de chicos.
---Deberíamos pedir un café. ---sugiere Brinn. ---Salí corriendo de casa y no desayuné. ---hace un puchero y yo termino por acceder. ---¿Y qué tal lo llevas con tus vecinos?---dice mientras nos sentamos en una mesa disponible y la mesera recoge nuestras ordenes: un enorme capuchino con vainilla para ella y una dona de chocolate rellena con crema para mí.
ESTÁS LEYENDO
Mis Malditos Vecinos
Teen FictionLos hermanos DiSalvo llegaron a mi vida como llegan las cosas que van a durar para siempre: sin manuales, ni advertencias. Sus sonrisas astutas, sus ojos sin mellas ni defectos, el carácter de tres polos y los abdominales definidos como una delicios...