Carlos: El curso de pintura

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Me puse un sombrero azul de lana, mi polera ploma y mis botines de la suerte, pues hoy sería un día importante, un día dedicado al arte. Cuando estaba a punto de salir de casa, Fabricio, mi hermano mayor, me arrojó un objeto contundente que fue a parar directo a mi cabeza.

—¡Hey! ¡Qué te pasa! —le reclamé.

—Se dice gracias —respondió el sinvergüenza.

Lo miré enfadado y entonces me di cuenta de que aquel objeto estaba envuelto en papel brillante. Seguramente se trataba de mi regalo, retrasado, de cumpleaños.

Fabricio siempre hacía eso. Sabía perfectamente cuando era mi cumpleaños, pero se esforzaba en darme obsequios retrasados.

Abrí el presente y ante mis ojos expectantes apareció un... ¿un diario?

—Ya que siempre te comportas cursi y sentimental, pensé que este sería un gran regalo para ti. Ya puedes encerrarte en tu cuarto y escribir: "Querido diario ¡al fin! Di mi primer beso...". Aunque claro, tal vez tengas que esperar hasta tu siguiente vida para poder escribir eso.

—Eres el peor hermano mayor que me pudo tocar. Y para tu información, aunque te sorprenda, ya di mi primer beso.

—¿En serio? ¿Tú le diste un beso a alguien?

—Bueno, en realidad ella me lo dio a mí. ¡Pero eso también cuenta!

—Claro, creo que era natural que se aprovecharan de ti y tu inocencia.

Sacudí la cabeza negativamente. Fabricio nunca iba a cambiar. A pesar de eso, lo quería. Lo quería como se quiere a la Coca Cola, sabes que es tóxica, pero la sigues queriendo.

Finalmente, me despedí de Fabricio y salí de casa. Sin más demoras, me dirigí al primer día de clases de mi curso de pintura.

***

Llegué al lugar elegido por nuestro profesor de pintura. Era asombroso. Había un enorme jardín de naranjos decorado con esculturas dispersas. Eran artesanías locales que tenían en común caídas de agua incorporadas. El agua caía desde rocas, ángeles y peces.

Poco después, el maestro nos acomodó en una hilera larga y puso delante de cada uno de nosotros un lienzo mediano. Aquello me sorprendió, ¿íbamos a pintar desde el primer día?

—No se emocionen, puse los lienzos para inspirarlos —nos dijo el profesor apareciendo de un salto en medio de nosotros. Se había escondido detrás de uno de los naranjos.

El profesor llevaba ropa holgada y una boina negra. Se veía como un artista del siglo XVIII. Aunque no era muy viejo. Ese aire, sin duda se debía a su forma de vestir.

—Queridos alumnos —comenzó— ¡bienvenidos al mundo de las ideas! El mundo de lo abstracto. Pregúntense ¿qué ve mi subconsciente? ¿el lienzo que tengo frente a mí está realmente en blanco?

—¡Perdón!, lamento llegar tarde —dijo repentinamente una...

Una...

Dios, era una hermosa jovencita que acababa de llegar a la clase. Llevaba el pelo largo recogido en una cola de caballo adornada con una cinta lila, un vestido largo y casual adornado con lunares celestes y un par de sandalias rosadas brillantes. Sus aretes eran una obra de arte vanguardista y llena de color. A pesar de que ella tenía la piel naturalmente pálida, todo el color que llevaba encima le daba un aire extraordinario.

Aquella hermosa y delicada dama hizo que algo dentro de mí se revolcara, como si de repente todo mi cuerpo vibrara. Entonces lo supe, yo quería ser su compañero, su amigo, su...

—Señorita —dijo el profesor interrumpiendo mis pensamientos— llega justo a tiempo para presentarse a la clase. Apenas íbamos a conocernos. Ya que usted llegó al final, ahora será la primera. Ya sabe el dicho: "los últimos serán los primeros" y así sucesivamente. Bien, deslúmbrenos.

—¿Deslumbrarlos? —preguntó la joven asustada.

—Sí, sea creativa con su presentación.

—Oh. De acuerdo. Bueno... mi nombre es Elizabeth Salvatierra.

¿Habían escuchado antes un nombre tan perfecto? Se llamaba Elizabeth, como una de las mejores reinas de Inglaterra. Sin embargo, para mí, desde ahora sería una princesa, la princesa Elizabeth.

—Yo... —continuó la princesa— no soy de aquí, bueno ahora si soy. Es decir, nací "en donde el diablo perdió su poncho".

—Oh —dijeron todos intercambiando miradas de sorpresa, pues conocíamos a muy poca gente de ese lugar, era uno de los sitios más aislados de nuestro país. De hecho, varios bromeaban diciendo que en realidad aquel departamento no existía.

—Ahora, poco a poco me he adaptado a este hermoso departamento. Mis compañeros de escuela al principio me veían como una extraterrestre y me ignoraban, espero que no me suceda lo mismo aquí. Deseo que seamos buenos amigos.

—Y cuéntanos Elizabeth ¿qué te gusta hacer? —le preguntó el profesor.

—Me gusta mucho aprender diferentes habilidades, quiero ser capaz de hacer cualquier cosa. No se rían, pero me han inspirado las princesas de antes, ellas eran educadas en idiomas, arte y política. También me gustan mucho los cuentos de hadas y lo mágicos que son. Si soy completamente sincera, a decir verdad, espero que en el futuro pueda conocer a mi príncipe azul y que seamos ¡felices por siempre!

Dijo con tanto entusiasmo y ternura que en el fondo de mi corazón supe que todo eso no podía ser coincidencia.

Me reconocí en varios de los pensamientos de aquella maravillosa jovencita. Y sin que nadie me lo pidiera, respondí mentalmente: «Claro que sí, mi querida princesa, seremos felices por siempre».

Antes de ser una princesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora