Un ajetreado traslado de hogar marcó el inicio de mi nueva vida. Antes, vivía en un lugar de clima extremadamente cálido, ya saben, donde "el diablo perdió su poncho". A causa de ese ambiente, papá empezó a tener complicaciones en su salud, así que, decidimos marcharnos hacia el valle de nuestro país. Nos contaron que allí la comida nunca faltaba y que, con algo de esfuerzo, papá conseguiría un buen trabajo.
Apenas llegamos y mamá ya había logrado su traslado como maestra a un colegio que se encontraba cerca de casa. Por suerte, yo no estudiaría ahí, no quería ni imaginar lo incómodo que sería tener a mamá como profesora. Ya suficientes reglas me ponía en casa. Tenía papás estrictos y de ideas muy firmes respecto a cómo educar a un hijo "bien". Yo creía que todo eso podía ser muy relativo. Lo que estaba bien para mis papás podía no estar bien para otros papás.
En nuestro nuevo hogar, había cajas por doquier, objetos perdidos y un desorden monumental, jamás visto hasta entonces. Cambiar de ciudad no era nada fácil. Tomás, mi perro chapita, protestaba por todos los rincones y, desafortunadamente, marcaba su nuevo territorio sin parar. Por ello, todos nos apresuramos a poner nuestras maletas y ropa a salvo.
Ese traslado hizo que, una vez más, me cambiaran de colegio. ¡Detestaba hacerlo! Y esa era la quinta vez que sucedía. A veces pensaba que era mejor no encariñarme con nadie, para luego no hundirme en la nostalgia de extrañar a mis amigos.
En mi otro colegio, me decían Lizzie de cariño, pero ahora no dejaría que nadie lo hiciera, repetiría que me llamaran Elizabeth Salvatierra, así sentiría que me tenían menos afecto y por lo tanto me encariñaría poco.
Mientras la luz tenue de la tarde anunciaba la inevitable llegada de la oscura noche, amarré mi largo cabello castaño en una cola alta. Vi a través de la ventana y me pregunté si esa nueva etapa sería el inicio de una vida llena de alegrías y satisfacciones o... ¿sería todo lo contrario? Sea lo que fuere, compartiría las tristezas y alegrías con mi familia. Me sentía afortunada de tener una, a pesar de todo el bullying que me hacían por ser la menor.
Al ver las estrellas titilantes, empecé a preguntarme si mi nuevo colegio sería tan acogedor como el que había dejado atrás en aquel departamento que, ahora, me parecía tan distante y en el que había vivido, prácticamente, toda mi niñez.
El inicio de una nueva gestión educativa estaba próximo y eso significaba que el momento de conocer mi nuevo colegio llegaría pronto, por lo que no tendría que pasar demasiadas noches de incertidumbre.
Ana, mi hermana mayor, contraria a mí, se mostraba muy contenta con todos los cambios y parecía que cada día se ponía más alta y hermosa. Me recordaba a las princesas de los cuentos antiguos cuentos que, por cierto, amo mucho. Torturaba a Ana con que viéramos la "Cenicienta", una y otra vez, adoraba ese dibujo y jamás me aburría. Sinceramente, quien en su sano juicio puede aburrirse del:
Se lo haremos, se lo haremos,
un vestido a Cenicienta,
un vestido tan precioso
que luzca el más hermoso.
"Blanca Nieves", "La bella durmiente", "La bella y la bestia", etc. Eran maravillosos cuentos para mí. Me regalaron una niñez llena de magia y sueños. Ahora todo el mundo critica los cuentos de hadas, pero yo los amo con todo el corazón. Un día, y si la divina providencia así lo quiere, yo también conoceré a mi príncipe azul: uno alto, guapo, de ojos claros y mirada dulce.
A veces, añoraba demasiado su llegada y pensaba alegremente en nuestro "felices por siempre", imaginaba nuestro castillo y a todos nuestros niños correteando por los rincones. Mamá me despertaba de aquel maravilloso mundo de sueños y me repetía que era muy pequeña para pensar en esas cosas y que aquella vida perfecta de "Cuento de hadas" era una completa farsa. Ana la apoyaba diciendo que sus compañeros adolescentes de colegio no eran tan altos y guapos como los príncipes y que, incluso, varios de ellos eran enanos.
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Antes de ser una princesa
Teen FictionCuatro años antes de los hechos ocurridos en "Síndrome de princesa", Elizabeth Salvatierra tiene 13 años y una vida simple de estudiante de secundaria. La historia inicia con un inesperado cambio de colegio que traerá a su vida un amor aparentemente...