Emilie: Últimas palabras

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Este era mi último día y tenía ocho horas para hacer que mi situación mejorase todo lo posible. Tras dejar aquella horrible torre en la que me habían encerrado, corrí a casa y expliqué a mis padres la delicada situación en la que nos encontrábamos.

Mamá creyó que lo mejor era hacer lo que la señora La Fuente me había ordenado, eso significaba que tenía que ver a Loukass. Me partía el corazón tener que mentirle... ya le guardábamos tanta distancia y secretos, que me parecía que estábamos siendo injustos con él.

Sin embargo, pensé que si Loukass sabía la realidad de la situación en la que me encontraba, tarde o temprano entendería los motivos que me llevaron a mentirle tan descaradamente. Pero no todo lo que le diría iba a ser mentira.

Papá llamó al chófer y me subí al auto con un dolor de cabeza y estómago que apenas podía soportar. Suponía que todo el estrés ya me estaba cobrando factura.

***

Cuando ya estaba frente a la puerta de Loukass, dudé. Caminé en círculos, volviendo una y otra vez. ¿Realmente haría lo que me pidió la señora La Fuente? No quería hacerlo, verdaderamente no. Apreciaba demasiado a mi amigo y también a Felipe... quebrar su vínculo de amistad me parecía horrible.

Miré hacia el cielo y vi mi futuro, hiciera lo que hiciera, sería horrible. Pensé en mi futuro hijo, aunque todavía me era difícil imaginarlo, tenía que dejar el mejor camino para él.

Toqué el timbre y como por arte de magia, Loukass abrió la puerta y me recibió con una enorme sonrisa, sus ojos brillaban de alegría y su cabello rojo, tan vivo como el fuego, pareció iluminarse.

—¡Emilie! —me dijo y rápidamente me ahogó en un abrazo. Él era bastante fuerte.

—Loukass, me alegra verte —le respondí sin poder sonreír.

—¿Qué ha sido de tu vida? Pensé que nunca volvería a verte, ¿te prohibieron verme?

—No tengo mucho tiempo.

Llevé a Loukass de la mano a un parque cercano, nos sentamos en una banca y le expliqué que lo que iba a decirle no era agradable.

De inmediato, Loukass se entristeció y, sin que aún supiera nada, me ofreció toda la ayuda que podría estar en sus manos.

Era mi amigo de la infancia y era así como se comportaba, a pesar de que había habido un noviazgo entre nosotros, él me trataba como a una hermana. No me guardaba rencores y yo solo deseaba que me odiara al menos un poco, porque realmente lo merecía. Pero Loukass no era así.

De inmediato, dije palabra por palabra lo que me ordenó la señora Mary Anne. Le conté sobre mi embarazo y eso lo afectó, sin embargo, trató de permanecer sereno. Luego le conté mi versión sobre la determinación del Consejo Superior de Ancianos.

—No puedo permitir que te lastimen —me dijo con la voz quebrada.

—No hay nada que podamos hacer —le dije—. Ni siquiera Felipe puede hacer algo.

—¡Claro que puede hacer algo y si él no lo hace yo lo haré!

—¡Tú y tu familia ya no tienen voz, ni voto! —le dije desesperada y entre lágrimas.

—Lo que puedo hacer es huir contigo. Te mantendré a salvo, a ti y al bebé.

Mi corazón se detuvo. ¿Conocen esa sensación que te da cuando es evidente que tomaste una mala decisión? Loukass me amaba profundamente y yo lo dejé. No lo dejé por simple conveniencia, aunque eso pueda parecer, realmente me enamoré de Felipe.

A Felipe lo amo profundamente y con gusto daría mi vida entera por él, aunque sé que eso es dependencia emocional, no pude evitar caer en ella.

Luego, poco a poco, también me enamoré del legado La Fuente. Y le era leal hasta los huesos. Nada me importaba más que Felipe y nuestro legado.

—No renunciaré a ser la heredera —le aseguré a Loukass.

—Eso ya no depende de ti —me respondió.

—Tengo una aliada poderosa y de eso se trata todo, de que sepas mover bien tus fichas.

—Emilie... te desconozco... Tú no eres así, te estás dejando seducir por el poder, por la ilusión de ser la heredera. Eso no es todo en la vida. Tú también importas y mientras te dejes corromper, jamás estarás bien. Recuerda quien eres. Huye conmigo, te salvaré.

—No necesito que me salves, me salvaré yo sola. Sin embargo, por el cariño que te tengo, deseo hacerte una advertencia sobre Felipe y su familia.

—¡No puedo creer que Felipe no haga nada! Si tanto lo amas y él no tiene iniciativa, tú pídele que huyan. No dejes que esto te destruya.

—¡Loukass escúchame! Tal vez esta sea la última vez que nos veamos.

—No digas eso.

—Aléjate de Felipe y su familia. Jamás confíes en ellos, por favor, Loukass... no soportaría que te lastimen. Sabes cuánto cariño te tengo. Protégete a ti y a los tuyos viviendo lo más lejos posible de los La Fuente. No busques tu restitución, tú mismo acabas de decirme que el poder corrompe, no vayas en busca de él.

—Jamás lo haría por voluntad propia. Pero aún nadie sabe, a ciencia cierta, cuál es mi destino.

—Lo sé. Y tienes razón, quizá Felipe debió hacer más por mí.

—Jamás podré perdonarlo por eso. ¿¡Cómo puede dejarte sola!?

—Yo tampoco lo entiendo —le dije, aunque en realidad sí comprendía a Felipe—. No tengo más tiempo. Vive feliz, mi querido amigo.

—Mi oferta continúa abierta.

—No podrás hacer nada, ni siquiera sabrás de mí.

—Voy a buscarte hasta el último rincón del mundo, si es necesario.

Besé a Loukas en la mejilla, nuestras lágrimas se mezclaron y una vez más me rogó que me quedara, pero no acepté y como el caballero que era, al final, respetó mi decisión.

Y entonces desaparecí...

Antes de ser una princesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora