____ Hofferson es una joven solitaria que falleció a los 16 años, desde entonces su "vida" no ha sido para nada fácil, el destino tiene planeada una existencia complicada para ella, ¿Qué pasará con nuestra pequeña prota?
Las dos primeras semanas fueron espantosas pero luego me fui acostumbrando. Me levantaba minutos antes de que me llamaran, mi rendimiento era mucho mejor y ésto hacía feliz a mi superior y al Hombre de la Luna también, quien pasaba a verme cada cuatro días para ver mi progreso. Entonces llegó la peor prueba... -Me vas a acompañar en cuanto comience a amanecer; vamos a ver si ya eres capaz de bajar la escalera y subirla.- Me dijo el peliblanco. No sé qué cara debí poner pero a él le causó mucha gracia. Ésta vez tuve que levantarme a las 3:00 a.m. Me vi frente a la larga escalera y un escalofrío me recorrió toda la piel. Sentí la mano del Hombre de la Luna tomando la mía; respiré hondo y comencé a bajar decidida. Logré llegar hasta abajo sin mayor problema, ya no sentía que iba a morir por segunda vez. -¿Quieres verlo unos minutos?- Al principio no comprendí su pregunta pero en cuanto lo hice mi corazón se frenó de golpe, me estaba dando la oportunidad de ver a Pitch. Acepté enseguida. Él adoptó su forma de águila y voló hacia una dirección al azar, dejándome sola. Corrí a todo lo que mis piernas podían hacia el bosque, después de un rato encontré el arroyo y silbé. Vantablack asomó la cabeza dudando un poco y cuando me vió se puso como loco; lo monté y me llevó hasta la otra orilla, donde una pesadilla paseaba en la poca oscuridad que dejaba el amanecer. Ésta me vio y corrió hacia mí, ahora estaba montada en el caballo negro adentrándome aún más en la maleza. Encontré a un Pitch deprimido mirando hacia la nada en total silencio... me quebró verlo así; corrí a abrazarlo por la espalda y al principio ni se inmutó. Poco a poco fue reaccionando y volteando hacia mí, se lanzó a mis brazos llorando como un niño pequeño; lo abracé y lo besé mil veces para intentar calmar su llanto. Lo acomodé en mi pecho como la última vez y le canté con todo el amor del mundo, logrando tranquilizarlo. Pude pasar todo el día con él hasta las 6:30 p.m. cuando el Hombre de la Luna pasó por mí. -¿Te podré volver a ver...?- Me preguntó antes de irme. Miré suplicante al peliblanco, el cuál me miró mal. Nos abrazamos y nos besamos antes de despedirnos. Pude subir la escalera tan fácilmente como la bajé, cosa que me hizo sentir muy orgullosa. Además estaba muy feliz de haber visto a mi pequeño pelinegro, lo cuál me motivaba a seguir adelante. -¿Y ahora por qué tan contenta?- Me preguntó Arthur sonriendo cuando me recibió en la entrada. -Hoy pude ver a alguien que amo, muchacho.- Le contesté de forma dulce mientras caminaba orgullosa hacia el salón de entrenamiento. Hice la rutina diaria y me fui a descansar satisfecha. Pasaron tres semanas más y ahora mi cuerpo comenzaba a reflejar el ejercicio, me veía genial. Volví a bajar la escalera junto al Hombre de la Luna y vi de nuevo a mi amado Pitch; cada tres semanas podríamos vernos, me era suficiente para sobrevivir. Esa noche me recibió un entrenamiento diferente: manejo de armas. Había dos largas mesas blancas en el centro: la primera tenía una amplia variedad de los más finos cuchillos, navajas, dagas, espadas, katanas de todo tipo... y la segunda mostraba los más selectos rifles de asalto, revólvers, escopetas, pistolas de todos tamaños... era HERMOSO. -Escojan tres, las que más les gusten, pero selecciónenlas bien, serán las que van a utilizar de por vida.- Nos dijo el peliblanco permitiéndonos el paso. Bajo cada delicada pieza había un pequeño papel en el que se especificaba el tipo de arma, modo de empleo, filos, calibres, etcétera. Casi todos se fueron por las armas más grandes, yo lo pensé mejor y escogí armas pequeñas y discretas que podría cargar en cualquier lugar y momento: Una daga Fairbairn-Sykes
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Una Magnum Smith & Wesson 648 WRM
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Y una Beretta Px4 Storm.
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Con eso me era más que suficiente. Me tomó aproximadamente una semana aprender a manejarlas a la perfección. Con arduas semanas de duros entrenamientos ya estaba hecha toda una honorable cadete para Nathan y estaba capacitada para proteger al Hombre de la Luna sin problemas, había sido entrenada para matar.
-¡Estén alertas!- Habló Nathan con firmeza. -Dentro de tres días habrá un eclipse lunar y el Hombre de la Luna estará increíblemente vulnerable. Saben qué hacer.- Concluyó para darse la media vuelta y dejarnos solos. -¿A qué nos estamos enfrentando realmente?- Le pregunté al chico que se encontraba a mi lado derecho. -¿Primera luna nueva?- Afirmé con la cabeza. -Verás niña, Pitch Black no es la única amenaza que hay para nosotros; hay unas sombras que antes fueron como tú o como yo, pero sus ambiciones y orgullo provocaron que el Hombre de la Luna los arrojara a los lugares más solitarios, húmedos y fríos de todo el mundo... Ellos quieren matarlo en venganza para arrebatarle todo su poder y gobernar la tierra a su gusto. Cuando hay eclipses, los poderes del Hombre de la Luna se renuevan por así decirlo, pero en el proceso queda totalmente indefenso y pierde los mismos por unos minutos. Esas cosas oscuras lo saben e intentarán atacar como sea. -Comprendo... ¿Y cuántos son?. -Muchos, cientos... tal vez miles- Me respondió otro chico detrás de mí. Se me heló la sangre. -Sé que estás asustada pero ocupar un rango como éste conlleva muchos riesgos, y créeme, es mucho peor estar en los puestos de los que abren y cierran las puertas o los que colocan la escalera que conecta con la tierra. Ellos siempre serán los primeros en ser atacados.- Mi corazón se detuvo; Kyle y Arthur eran los que se posicionaban allí y ya los consideraba como mis hermanos mayores. Eso sólo me llenó de rabia. El día siguiente fue el más pesado de todos pues no se nos permitió descansar ni siquiera de día, y el segundo día fue descanso completo, debíamos ahorrar toda la energía posible para la noche del eclipse.