Capítulo 10

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Temía la hora de regresar a la aldea porque entonces tendría que enfrentarse a la muchacha. Había lamentado tener que salir cuando ella estaba en cama pero no podía quedarse allí a su lado velando por sus sueños. Había permanecido el tiempo suficiente hasta que dejara atrás la fiebre, pero no podía ni quería hacer nada más.

—¿Noah?

—Mm.

—Pareces preocupado.

Ah, cierto. Wallace era muy observador e intuitivo pero también bastante hablador, de hecho, hablaba demasiado. Al contrario de Cameron, que no había abierto la boca en todo el camino excepto cuando había sido estrictamente necesario.

—Sin embargo, mira a Cameron. Tan alegre como siempre.

Cameron le respondió con un gruñido y Wallace soltó una carcajada. Noah pensó que jamás encontraría dos amigos mejores que ellos: Cameron era un experto en estrategia además de un gran guerrero, Wallace era el optimismo personificado y el mejor manejando la espada.

Entraron en el territorio de los MacMurphy y enseguida se sintieron observados. Este clan siempre había sido un tanto hostil pero a raíz de la muerte del padre de Noah, tenían relaciones cordiales. Este territorio estaba muy bien situado, colindaba directamente con el clan MacLeod por el oeste y por el este lo hacía con los MacFane. A Noah le interesaba unirse con ellos antes de que el otro clan comenzara a negociar, él tenía más para ofrecer, se ofrecía a sí mismo como esposo para una de las hijas del laird.

Cuando llegaron a esa aldea, fueron recibidos con miradas curiosas, gracias a Dios nada de hostilidad ni agresividad contenida. Los guerreros que se estaban ejercitando eran jóvenes expertos y Noah comprobó que el acuerdo iba a ser beneficioso para ambos clanes.

El inconveniente era el siguiente: el laird MacMurphy tenía tres hijas, y al menos a dos de ellas ya las conocía y eran bastante feas, sin duda habían salido a su padre, porque la esposa del laird era una belleza. Solo le faltaba por conocer a la mayor, y por Dios que le daba un miedo atroz pensar en lo que se iba a encontrar.

Desde que había decidido contraer matrimonio, noticia que había corrido como un riachuelo pendiente abajo, había recibido propuestas de otros clanes, como los MacDouglas, que habían dejado a su hija y una corte de doncellas para que él se habituara a verla, la conociera y eligiera. Las mujeres de su clan, las que estaban en edad de casarse, le echaban miraditas de enamorada y le sonreían tontamente hasta el punto de no ver por donde caminaban. Y por último, él debía conocer a aquellas cuyo clan le interesaba anexionar con el suyo.

El siguiente destino sería un poco más al norte, debía visitar a los Gordon, que colindaba con el antiguo clan de los MacHugh, que estaban anexionados a ellos desde que Ramsay contrajo matrimonio con Hilary.

Desmontaron y un chico llegó a hacerse cargo de los caballos. Un hombre gigante y bastante grueso, con una barba tan larga como su cabello, vino con los brazos abiertos para recibirlos.

—Noah MacLeod, querido vecino.

Palmeó el hombro de Noah y éste, preparado, ya había afianzado bien los pies en el suelo. Axel MacMurphy era el hombre más grande que conocía y eso que los MacLeod se vanagloriaban de ser los guerreros más gigantes de todas las Highlands. Pero Axel era simplemente descomunal, un coloso al que costaba el mismo esfuerzo rodearlo que saltarlo. Por ello, sus dos hijas más pequeñas eran robustas como su padre, y feas como el demonio, ahora sí, habían heredado los bellos ojos grises de su madre.

Estas dos vidas míasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora