Capítulo 16

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Día y medio más tarde, habían llegado a la primera parada. El viejo Duncan resultó ser un anciano enjuto y largo como una vara, uno de sus ojos tenía el extraño color común de las personas que padecían cataratas. Lucía una barba blanca, apenas una pelusa, de varios días que le daba un aspecto ligeramente desaliñado.

—¿Quién anda ahí?

—Soy Wallace.

—Ah, Wallace. Hace mucho tiempo que no vienes por aquí.

El viejo Duncan fue envuelto por los fuertes brazos del guerrero y juntos caminaron hacia la pequeña cabaña del anciano.

—Sabes que siempre vengo después de la luna llena.

—Pues se me ha hecho eterna la espera... ¿Quién te acompaña?

Cais se adelantó y tocó el brazo del anciano.

—Soy Cais.

Duncan le tomó la mano y la sostuvo entre las suyas: cálidas, callosas y algo temblorosas.

—Pero ese no es tu verdadero nombre. ¿Cuál es?

—Isabel.

—Niña, vienes de muy lejos. Eres una viajera.

Debería haberse inquietado, sin embargo se sintió reconfortada por la calidez del anciano. Se sentaron en el interior de la cabaña, alrededor del pequeño fuego que tenía encendido, allí colgaba un caldero donde humeaba algo muy rico.

—¿Qué quieres saber, Isabel?

—Necesito volver a casa y no sé cómo hacerlo.

Notó que le temblaba la voz. Estaba muy emocionada, en circunstancias normales no habría creído en semejante superchería pero este mundo era distinto a cuanto conocía, y este hombre sabía cosas. Pronto iba a descubrir que no había razón para que las supiera porque ella no se las había dicho a nadie.

—Tienes ascendencia escocesa de las Tierras Altas. ¿Verdad muchacha?

Bien, supuso que tampoco había dicho una gran verdad, no es que fuese evidente que ella tuviera sangre Highland es sus venas. Su padre era un inglés de ascendencia escocesa y Jamie, su hermanastro, era esconces cien por cien, ya que su madre era MacDougan. Sin embargo ella era Fraser Pérez, de los Pérez de toda la vida de Cádiz, aún no comprendía cómo su madre y su padre habían llegado a coincidir. Era por él que había aprendido un gaélico patético y torpe, pero la gente de aquí ni se quejaba ni se reía.

—Yo soy una mezcla, pero mi padre y mi hermano eran escoceses.

—¿De qué clan?

Esta pregunta la pilló desprevenida mientras se frotaba las manos heladas frente al fuego.

—Por entonces... las cosas no serán como ahora. Solo nos unen lazos de sangre a los que usamos el mismo apellido... o casualidad. Puede haber cientos de "Pérez" en la misma ciudad pero no ser familia de ninguno.

El anciano arqueó las cejas con gesto de extrañeza, pero seguía esperando su respuesta. Ella se dio por vencida y continuó, debía referirse al apellido.

—Fraser, como mi padre, pero mi hermano tuvo otra madre. Ella también era escocesa... MacDougan.

El viejo Duncan comenzó a reír a carcajadas y tanto Cais como Wallace se lo quedaron mirando sin comprender. Una vez se calmó y recuperó la compostura, procedió a contarles de qué se reía.

Estas dos vidas míasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora