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—Barnes ¿Estas bien? —preguntó Mia mientras lo observaba con la mirada perdida en el suelo del avión donde se encontraban nuevamente.
Él asintió lentamente y agregó.
—Hay que rescatar el escudo, hay que rescatarlo y hacer esto nosotros
—¿Y qué, quieres que lo golpeemos y robemos el escudo? —ironizó Sam mientras se enderezaba en la butaca donde había estado recostado— ¿recuerdas que pasó la vez que lo robamos?
—Tal vez —respondió Bucky dirigiendo su visión hacia él.
—Te ayudo por si lo olvidaste, Sharon fue nombrada enemiga del estado y Steve y yo fuimos fugitivos dos años.
—Nadie salió bien de eso la verdad —murmuró la castaña con la cabeza gacha.
—No, de hecho, no y no sé qué pienses tú —señaló hacia Bucky— pero yo no quiero pasar el resto de mis días en la vida loca, unos super soldados barrieron el piso con nosotros y fue para nada.
—No es totalmente cierto —dijo Bucky.
Bajó de un salto provocando que las placas de identificación en su cuello tintinearan por el movimiento, y se dejó caer junto a Mia, soltando aire por la nariz fuertemente.
—Hay un hombre que deben conocer —habló nuevamente mirando a Sam y luego a la joven a su lado pillándose con sus ojos pardos que lo observaban con curiosidad.
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Pasó la página con suavidad utilizando una mano mientras la otra descansaba despreocupadamente sobre la cabeza de Morgan deslizando los dedos entre su cabello de un tono casi idéntico al suyo, le echó un pequeño vistazo al aparato que ella sostenía con un juego en su interior, no pudo evitar que una comisura de sus labios se levantara con diversión, de verdad se estaba transformando en algo vicioso.
Volvió su atención al libro apoyado en sus piernas antes de levantar la mirada hacia el bosque frente a ella, le gustaba sentarse en el pórtico mientras tomaba aire durante las tardes, era un lugar completamente tranquilo, adoraba el sonido que hacían los árboles cuando chocaban ligeramente entre sí por el viento y el olor que desprendía de la tierra húmeda. La calma banal fue interrumpida por un automóvil que se acercaba lentamente hasta estacionarse unos metros cerca de la entrada, Mia entrecerró los ojos para poder distinguir mejor la figura dentro de él, ya que el vehículo no se le hacía conocido.
