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—¿Así que todo este tiempo fuiste rico? —indagó Sam con los brazos extendidos.
—Soy un Barón, Sam, fuimos de la realeza hasta que tus amigos destruyeron mi nación. —respondió Zemo sin detenerse e indicó hacia la gran aeronave— Aunque de seguro no ha de ser tan impresionante.
—Algo pequeño —comentó Mia, observándola también.
—Lo supuse.
A un lado de la escalera que conducía a la entrada se encontraba un hombre de avanzada edad vestido con un traje negro que hacía resaltar sus impecables guantes blancos y camisa a juego.
—Hola, Oeznik —exclamó Zemo en un idioma diferente.
Sam frunció el ceño mirando a la fémina que se encogió de hombros.
—Bienvenidos —respondió el hombre, de la misma manera.
Zemo llegó en su encuentro estrechándolo en un saludo afectuoso.
—Viejo amigo. —le besó ambas mejillas sin perder la fineza y se volvió hacia los demás— Suban.
Sam fue primero subiendo detrás de él, Bucky se quedó a un costado dejando pasar a Mia.
—Señorita —le saludó el hombre acompañado de un asentimiento.
Le respondió con una sonrisa cortés ya que no podría haber notado una mirada cordial por sus lentes oscuros, luego de la pequeña interacción Bucky trotó los escalones siguiéndola.
Zemo tomó entre sus manos la copa de champaña que Oeznik le ofrecía.
—Me disculpo si está un poco tibio, el refrigerador no sirve, pero revisaré si hay comida buena en la cocina —le informó en el idioma que solo los dos parecían conocer.
—Si no pasa la prueba de olor, —indicó hacia los asientos a su costado donde se encontraban Sam y Bucky— Dásela a ellos.
Respondió soltando una risa.
—Que gusto tenerlo de vuelta, señor —agregó mientras el barón levantaba su copa.
El hombre de cabellos blancos desapareció por el angosto pasillo dejando un pequeño silencio que fue llenado con miradas acusantes.
—No saben lo que se siente estar en una celda, —comentó Zemo para luego agregar con ironía— Ah, ya me acordé, si saben.
El moreno no le había quitado la mirada de encima.
—Dinos a donde vamos de una vez —exigió observándole tomar el libro que descansaba sobre la pequeña barra a su costado.
—Perdón, es que quedé fascinado por esto, —indicó hacia las páginas— No sé cómo llamarlo, pero hay partes aquí que parecen resaltar del resto, como ésta, se ve muy importante, —aproximó su mano libre hacia centro del libro extrayendo una pequeña libreta color marrón— ¿Quién es Nakajima?
