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26 de febrero del 2015.

Hey, T!

Aprendí a trepar. Ahora soy muy bueno en ello.

Eso de estar encerrado no era lo mío por lo que aprendí a trepar la enredadera que estaba afuera de mi habitación al jardín.

Mi dormitorio estaba en el segundo piso y era el único que no tenía las ventanas cerradas. La primera vez que salí por ahí casi caigo y me rompo las piernas, por suerte logré estabilizarme en el tejado. Tengo la suficiente práctica para decir que puedo hacerlo con una mano.

Mis rutinas diarias eran sencillas. Despertaba, buscaba algo de lo que Matt me daba y desayunaba. Esperaba pacientemente a que las horas avanzaran hasta que él se iba.

A veces leía algunos libros viejos, otras sólo dormía. Nunca salía de mi habitación.

Contándolo así y maquillando la historia no suena tan mal.

La verdad es que hay más cosas detrás de esto. Y te lo voy a contar porque te lo prometí.

Después de que dejara de trabajar, mi padre se encargaba de vigilarme todo el maldito tiempo, a veces ebrio, a veces sobrio. Revisaba mis libretas, celular y hasta mi ropa. Tiró todas las cosas que tenía de mamá. Se volvió molesto.

Recurrí a medidas drásticas. Un día que salió, quité todo lo de mi armario para buscar un lugar secreto. Por suerte una tabla salida me dio la solución. Había un hueco que dejaba un gran espacio que estaba oculto.

Busqué en su habitación todo lo que me recordaba a mamá, entre mis cosas las más importantes que él aún no veía. Todo lo metí ahí.

Esperé pacientemente a que llegara con la esperanza de que no me descubriera. Por suerte no lo hizo y pude conservar mis recuerdos.

Esto se está poniendo mejor.

¿Recuerdas aquella vez que me viste llorar?

Obvio lo recuerdas, ahí comenzó todo.

Ese día ya no pude más. Ya no pude aguantar la sensación de vacío. El dolor en mi corazón.

Salí como cada día de la pista pero esa vez me escondí y esperé a que todos se marcharan. No fui muy bueno porque no me di cuenta de que tú no te habías marchado. Aunque no se quien no se marchó porque no sé quién eres.

Cuando no había nadie me dejé llevar. Saqué todo el dolor de mí. Lloré como nunca lo había hecho. Lloré sintiéndome liberado.

Para mi desgracia no fue todo lo que pasó.

Fui tan estúpido y se me olvidó poner un libro a mi ventana para que no se cerrara. Así que me quedé a fuera. Ya te imaginaras el desastre que era. Todo lleno de lágrimas afuera de su casa.

Al no poder entrar no me quedo de otra que esperar en la puerta. Lo vi acercarse tambaleándose, cuando me vio su mirada era entre incredulidad y enojo, más de lo segundo. Abrió la puerta sin hablarme, eso era malo. Entramos a casa y todo empeoró.

Él se volvió loco.

Me abofeteó.

Era la primera vez que lo hacía. Me dolió tanto físicamente como emocional. Sentía la cara adormecida por la fuerza del golpe.

Y no fue todo.

Me tomo de mis rizos arrastrándome hasta mi habitación diciéndome miles de insultos. Si te soy sincero, creo que me arranco varios mechones de cabello. Entramos a mi habitación e intentó golpearme, metí las manos protegiéndome y parece que surtió efecto porque se detuvo, no me golpeó. Sólo me miró fijamente y salió de mi recamara encerrándome con llave.

Lo perdoné. Él no sabía lo que hacía, no estaba en sus cinco sentidos.

Lo mejor está por comenzar.

Harry x

Hey, Harry. larry stylinson |auDonde viven las historias. Descúbrelo ahora