Erick despertó sin saber qué hora era. Normalmente despertaba cada mañana antes del amanecer. Aquel día, sin embargo, el sueño le nublaba la mente y una inhabitual pereza agarrotaba sus músculos. Algo suave despertó sus sentidos. Ella aún seguía en sus brazos.
En lugar de apartarse de inmediato, se quedó inmóvil, aspirando su aroma. Debería levantarse y ducharse, dejar claro que la aventura había terminado, pero no quería echarla aún de su lado.
Ella se movió cuando le acarició la espalda y sus manos descendieron por las curvas de sus caderas. Deseaba poseerla de nuevo. Una vez más. A pesar de las señales de alarma, le giró el cuerpo y se deslizó sobre ella mientras alargaba la mano en busca de otro preservativo.
La penetró en el instante en que los hermosos ojos se abrían somnolientos. Se hundió en su interior más lentamente, con más cuidado que la noche anterior. Quería saborear ese último encuentro.
—Buenos días —murmuró ella con una voz seductora que le hizo estremecerse.
____(tn) bostezó y se estiró como un gato mientras le rodeaba el cuello con sus brazos. Hermosa y suave, sus movimientos imitaron los de él en un dulce balanceo.
Si la noche anterior había sido una rugiente tormenta, aquella mañana era la suave lluvia.
Él le retiró los cabellos del rostro, incapaz de resistirse a la tentación de besarla una y otra vez. No conseguía saciarse. En su mente surgió la idea de que no quería que se marchara, pero la expulsó de su cabeza, decidido a no caer en una trampa emocional.
Había vivido demasiado tiempo sin ataduras para permitir que volviera a suceder.
Ella lo envolvió en su abrazo mientras él embestía y se retiraba. El ritmo era lento, destinado a prolongar el placer.
Cuando ya no hubo manera de retrasar el exquisito placer, los llevó a ambos a la cima, quedando jadeantes y temblorosos, abrazados el uno al otro.
Se quedaron inmóviles durante largo rato, él aún dentro de ella.
De repente, la realidad se impuso. Era de día. La velada había terminado.
Bruscamente, se echó a un lado, se levantó de la cama y buscó sus pantalones.
—Voy a ducharme —dijo secamente al ver que la mujer lo miraba.
Ella asintió mientras él entraba en el cuarto de baño con más pena que alivio. Diez minutos después volvió al dormitorio. Ella había desaparecido de la cama, de la habitación. De su vida.
Parecía, en efecto, que había entendido a la perfección las reglas del juego. Quizás demasiado bien. Por un instante se había permitido soñar con que quizás, sólo quizás, ella aún estuviera en la cama. Saciada del amor que él le había hecho. Saciada y suya.
____(tn) se paró ante la puerta de las oficinas del hotel Colon y se alisó los cabellos por tercera vez, aunque sólo consiguió deshacer un poco más el elegante moño que se había hecho.
Tenía un aspecto frío y profesional, su trabajo le había costado lograrlo. No quedaba rastro de la mujer que se había entregado con tanta pasión dos noches antes.
Había esperado encontrárselo de nuevo. Por casualidad. A lo mejor conseguiría otra noche de pasión, aunque ella se había jurado que sólo sería una.
Tanto mejor así. Seguramente se había vuelto ya a dondequiera que viviese. Ella misma seguiría su camino en unas semanas, provista del dinero suficiente para costear sus viajes.
Consultó el reloj. Pasaban dos minutos de las ocho. Estaba citada a las ocho. Al parecer, la puntualidad no era uno de los puntos fuertes del señor Colon
—Señorita Henley —a su espalda, la puerta se abrió y una mujer de mediana edad asomó la cabeza— el señor Colon la recibirá ahora.
____(tn) sonrió y siguió a la mujer al interior del despacho. El señor Colon estaba de espaldas y hablaba por el móvil. Al oírles entrar, se dio la vuelta y la joven se paró en seco.
El señor Colon se limitó a enarcar una ceja en señal de reconocimiento antes de colgar.
—Ya puede retirarse, Margarita. La señorita Henley y yo tenemos cosas de que hablar.
____(tn) tragó con dificultad mientras Margarita salía del despacho y el señor Colon taladraba con la mirada.
—Debes saber que no tenía ni idea de quién eras —dijo ella con voz temblorosa.
—Desde luego —contestó él con calma—. Lo noté por la expresión de espanto que tenías cuando me di la vuelta. Aun así, hace que las cosas resulten un poco incómodas, ¿no crees?
—No veo por qué —dijo ella mientras se acercaba a él con una mano extendida—. Buenos días, señor Colon, soy ___(tn) Henley, su nueva ayudante. Confío en que trabajemos bien juntos.
Él sonrió con cinismo, pero antes de poder decir nada, el móvil sonó de nuevo.
—Discúlpeme, señorita Henley —dijo con voz relajada antes de contestar al teléfono.
Aunque ella no entendía el idioma en el que hablaba, resultaba evidente que la llamada no le había agradado. Frunció el ceño y empezó a gritar antes de murmurar algo ininteligible y colgar.
—Le pido disculpas. Debo atender de inmediato un asunto. Reúnase con Margarita en el despacho y ella se encargará de... instalarla.
____(tn) asintió mientras él salía del despacho. Con las rodillas temblorosas, acudió en busca de Margarita mientras rezaba para conservar la compostura durante las siguientes cuatro semanas.
Erick bajó del helicóptero y se dirigió al coche que había ido a recogerle. Camino del aeropuerto donde aguardaba el jet privado, hizo una llamada.
—¿En qué puedo servirle, señor Colon? —contestó el jefe de recursos humanos del hotel.
—____(tn) Henley —rugió él.
—¿Su nueva ayudante?
—Deshazte de ella.
—¿Disculpe? ¿Hay algún problema?
—Limítate a deshacerte de ella. No quiero que siga ahí —respiró hondo—. Trasládala, asciéndela o págale el sueldo entero del contrato, pero deshazte de ella. No puede trabajar para mí. Tengo una política muy estricta sobre relaciones personales entre empleados.
Tras unos minutos sin oír nada al otro lado del teléfono, soltó un juramento y colgó. La llamada se había cortado. De todos modos, no quería una respuesta. Sólo quería que se solucionara.
La ayudante de su hermano había vendido información muy valiosa sobre la empresa a sus competidores. Después de aquel desastre, todos habían adoptado políticas muy estrictas sobre las personas que trabajaban con ellos. No podían permitirse otra Roslyn.
Aun así, sentía una opresión en el pecho mientras bajaba del coche y subía al jet. No podía negar que aquello había sido algo más que una aventura casual de una noche. Razón de más para cortarlo cuanto antes. No volvería a ceder ni un ápice de poder a otra mujer.
*************
____(tn) permanecía sentada ante el escritorio de Margarita rellenando formularios. Había pasado la mañana en un estado de permanente nerviosismo mientras esperaba el regreso de Erick.
A la hora de la comida, bajó a la cafetería y comió un bocadillo mientras contemplaba las zambullidas de las gaviotas ante los turistas que les llevaban pan. Si Margarita le permitía usar el ordenador por la tarde, mandaría un mensaje a Kirk.
Era su único amigo, aunque apenas se veían. Le divertía el hecho de que fueran dos almas errantes. Ninguno de los dos poseía un hogar, y a lo mejor por eso se entendían tan bien.
Un mensaje ocasional, una llamada de vez en cuando, y alguna reunión cuando sus caminos coincidían. Era lo más parecido a un hermano o un familiar de lo que jamás había soñado tener.
Terminó el bocadillo, arrojó el envoltorio a la papelera y se dirigió al ascensor de los empleados. ¿Habría vuelto Erick? Sintió un cosquilleo en el estómago, pero reprimió su nerviosismo. De nada serviría que él supiera hasta qué punto
le había afectado su relación.
—El señor Patterson quiere verla de inmediato —fue el recibimiento de Margarita.
____(tn) frunció el ceño. Con un suspiro de resignación, se dirigió a la oficina del director de recursos humanos.
ESTÁS LEYENDO
Aventura Secreta Erick Brian Colon
FanfictionEsta novelas es adaptada todos los derechos a su autor