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—Señorita Henley, pase —el hombre levantó la vista al verla entrar—. Siéntese, por favor.

Ella se sentó enfrente de él y esperó ansiosa.

—Cuando fue contratada —él carraspeó y tiró del cuello de la camisa antes de mirarla a los ojos—, fue para un puesto temporal. Como ayudante del señor Colon si estuviera aquí.

—Correcto —ya habían pasado por todo aquello.

—Siento mucho comunicarle que ya no necesita una ayudante. Ha cambiado de planes.

—¿Disculpe? —ella lo miró estupefacta durante unos segundos.

—Su contrato ha terminado con carácter inmediato.

—¡idio*ta! —exclamó ella—. ¡Es un completo y absoluto idio*ta!

—El servicio de seguridad la acompañará a su habitación para que recoja sus pertenencias —continuó él como si tal cosa no hubiera pasado.

—Señor Patterson, puede decirle de mi parte, textualmente, al señor Colon, que es la peor de las escorias. Es una basura sin agallas y espero que se ahogue en su propia cobardía.

Acto seguido, se levantó y salió del despacho. El portazo retumbó por todo el pasillo.

No había tenido el valor de despedirla él mismo.

Dos guardas de seguridad se unieron a ella junto al ascensor, como si fuera una delincuente.

Subieron en medio de un tenso silencio y los hombres la siguieron por el pasillo hasta la habitación, apostándose cada uno a un lado de la puerta.

***************

La joven se dejó caer sobre la cama como un globo desinflado. Maldito fuera ese hombre. No tenía dinero para seguir viajando. Había gastado hasta el último céntimo de sus ahorros en llegar hasta allí y ese trabajo debería haberle permitido recuperarse económicamente.

Pero en aquellos momentos sólo le quedaba una opción si quería tener un techo sobre la cabeza. Tendría que regresar a San Francisco y al apartamento de Kirk.

Tenían un acuerdo. Cada vez que ella necesitara un lugar en el que alojarse, podía ir allí.

Sólo podía ponerse en contacto con él por correo electrónico. Tan sólo esperaba que no coincidiera allí con ella, en una de las escasas ocasiones en que regresaba a su casa.

San Francisco pues, decidió al fin a regañadientes. A lo mejor encontraría un trabajo y podría ahorrar algo. Era una suerte disponer de alojamiento gratis, pero no le gustaba la idea de aprovecharse de la generosidad de Kirk.

—Maldito seas, Erick—susurró. Ese hombre había conseguido convertir la noche más bella de su vida en algo sucio y odioso.

Se sacudió mentalmente. No servía de nada sentir lástima de sí misma. Sólo le quedaba recoger sus cosas, seguir adelante y, con suerte, aprender la lección.

*Cinco meses después*

Erick bajó la escalerilla del jet privado y se dirigió al coche que aguardaba. El conductor ya conocía el destino, de modo que no tuvo más que sentarse en el asiento de atrás mientras el coche se dirigía al hospital en el que estaba ingresada ____(tn).

Debía de tener algo serio si había recurrido a él después de no dar señales de vida en cinco meses. La culpa era un fuerte estimulante, pero aun así había sido incapaz de localizarla.

Sin embargo lo importante era que la había encontrado. Se ocuparía de que tuviera los mejores cuidados para compensarle por la pérdida del empleo y, con suerte conseguiría sacársela de la cabeza.

Cuando llegaron al hospital, no perdió ni un segundo antes de correr hacia el ascensor.

Llamó con suavidad a la puerta, pero, al no recibir respuesta, entró en silencio.

____(tn) estaba tumbada sobre la cama. La respiración, suave y rítmica, indicaba que dormía.

Sin embargo, tenía una expresión de preocupación en el rostro. Y las manos se aferraban a las sábanas a la altura del pecho. Aun así seguía tan hermosa como él la recordaba.

Arrojó la chaqueta sobre una silla junto a la cama y se sentó. El movimiento alertó a la joven que abrió los ojos.

Lo primero que reflejó su rostro fue estupefacción, en un gesto parecido al pánico. De inmediato, las manos se deslizaron hasta el estómago, en un gesto protector que sólo le habría pasado desapercibido a Erick de haber sido ciego.

Había una inconfundible hinchazón, un tenso montículo que protegía a un bebé en su interior.

—¡Estás embarazada!

—No lo digas así —ella entornó los ojos—. No lo conseguí yo sólita.

Durante unos segundos él estuvo demasiado aturdido para captar la insinuación y, cuando lo hizo, sintió una gélida sacudida en la columna. Los viejos recuerdos regresaron a su mente en una oleada de furia.

—¿Insinúas que eso es mío? —rugió. No volvería a caer en la misma trampa.

—Ella —corrigió ____(tn)—. Al menos habla de tu hija como si la consideraras un ser humano.

—¿Una hija?

En contra de su propia voluntad, la expresión de ira se relajó. Con impaciencia apartó las manos de la joven y dio un respingo cuando la tirante piel se movió al contacto con sus dedos.

—Theos! ¿Ha sido ella?

—Esta mañana está muy activa —____(tn) asintió y sonrió.

Erick sacudió la cabeza en un intento de hacer desaparecer el hechizo. Una hija. De repente visualizó a una niña, idéntica a ____(tn).

—¿Es mía? —la expresión volvió a endurecerse.

____(tn) lo miró con calma a los ojos y asintió.

—Tomamos precauciones. Yo tomé precauciones.

—Es tuya —ella se encogió de hombros.

—¿Y esperas que me lo trague? ¿Así sin más?

—En dos años no me he acostado con ningún otro hombre —ella intentó incorporarse—. Es tuya.

—Entonces no te opondrás a la prueba de paternidad —él ya no era el confiado idiota de años atrás.

Aventura Secreta Erick Brian ColonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora