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—No me opongo —ella cerró los ojos en un claro gesto de cansancio—. No tengo nada que ocultar.

—¿Y qué te pasa? ¿Por qué estás en el hospital? —preguntó él al fin. El descubrimiento del bebé, y la posibilidad de que fuera suyo, le habían hecho olvidar el motivo de su presencia allí.

—He estado enferma —dijo ella con voz cansada—. Tensión alta. Agotamiento. Mi médico dice que mi trabajo es en gran parte culpable y quiere que lo deje. Dice que no tengo elección.

—¿En qué demonios has estado trabajando? —preguntó él.

—De camarera. Fue lo único que encontré en tan poco tiempo. Necesitaba el dinero para poder marcharme de aquí. A algún lugar más cálido.

—¿Y por qué viniste aquí? Podrías haberle marchado a cualquier parte.

—Aquí dispongo de alojamiento. Alojamiento gratuito —ella lo miró con amargura—. Tras ser despedida no tuve elección. Necesitaba un sitio para dormir hasta poder ahorrar dinero.

—Escucha, ____(tn), en cuanto al despido... —el remordimiento lo aguijoneó. No sólo la había despedido, sino que había empujado a una mujer embarazada a una situación desesperada.

—No quiero hablar de ello —la joven alzó una mano y lo miró con expresión airada—. Eres un cobarde y un idio*ta. Jamás te habría vuelto a dirigir la palabra de no haber sido porque nuestra hija te necesitaba, de no ser porque yo necesitaba tu ayuda.

—De eso se trata. Jamás fue mi intención despedirte —dijo él con calma.

—Pues no me sirve de mucho consuelo teniendo en cuenta que sí fui despedida y escoltada hasta la puerta de la calle de tu hotel —ella lo miró furiosa.

Erick suspiró. No era el momento de intentar razonar. Cada vez estaba más alterada. Si había optado por pensar lo peor de él, estaba claro que en cinco minutos no iba a conseguir borrar cinco meses de ira.

—¿Y qué es lo que necesitas de mí? —preguntó—. Haré lo que pueda por ti.

Ella lo miró con la desconfianza reflejada en sus ojos y él decidió que sin duda sería mucho mejor que la niña tuviera los ojos de su madre. El pelo oscuro y unos hermosos ojos.

-Que alguien cuidará de mí —ella cerró los ojos y dejó caer los hombros—. Deberé guardar reposo en cama hasta la operación.

—¿Operación? —Erick se echó hacia delante—. Creía que sufrías un problema de tensión alta —por el embarazo, sabía que el tratamiento para el estrés o la tensión alta era simplemente reposo—. No te pueden operar mientras estés embarazada. ¿Qué pasa con el bebé?

—Ese es el problema —dijo ella pacientemente—. Al realizarme una ecografía para comprobar el estado del bebé, encontraron un quiste en uno de mis ovarios. El quiste ha crecido y ahora empieza a presionar contra el útero. La única opción para que no dañe al bebé es operar.

—Esta operación... —Erick soltó un juramento—. ¿Es peligrosa? ¿Podría lastimar al bebé?

—El médico cree que no.

Él volvió a soltar un juramento. No quería verse nuevamente involucrado en una situación en la que podría perderlo todo. Ya no era tan idio*ta. Las cosas se harían a su modo.

—Vas a casarte conmigo —anunció secamente.

—¡Te has vuelto loco! —exclamó ____(tn).

—No creo que hablar de matrimonio indique una mente trastornada —Erick entornó los ojos.

—Loco. Decididamente.

—No estoy loco —gruñó él.

—¡Hablas en serio! —ella lo miró con una mezcla de estupefacción y horror—. Por el amor de Dios. ¿De verdad crees que me casaría contigo?

—No hay motivo para mostrarte tan espantada.

—Espantada —murmuró ella—. Eso describe mejor mi reacción. Escucha, Erick. Necesito tu ayuda. Tu apoyo económico. Pero no necesito matrimonio y menos contigo.

—Pues si quieres mi apoyo económico, puedes estar malditamente segura de que tendrás que casarte conmigo para conseguirlo —rugió él.

—Sal de aquí —espetó ella mientras con una mano temblorosa señalaba hacia la puerta.

—No debería haber dicho eso —Erick le tomó la mano y le acarició suavemente el interior de la muñeca—. Me has puesto furioso. Si es mi bebé, por supuesto que tendrás mi apoyo, ____(tn).

Sorprendida por el brusco cambio, ella sólo fue capaz de mirarlo fijamente sin saber qué decir.

—¿Entonces nos olvidamos de todo eso del matrimonio?

—No te he prometido eso —él apretó los labios—. Tengo la intención de casarme contigo en cuanto pueda, y desde luego antes de la operación.

—Pero...

—Vas a sufrir una peligrosa intervención —él la hizo callar alzando una mano en el aire—. No tienes familia, nadie que esté a tu lado, que tome decisiones si sucediera lo peor.

Un escalofrío recorrió la columna de ella. ¿Qué sabía él de su familia? ¿La había hecho investigar? Una náusea le agarrotó el estómago. No soportaba la idea de que alguien supiera algo de su pasado. Por lo que a ella respectaba, el pasado no existía. Ella no existía.

—Tiene que haber otro modo —dijo ella con la voz quebrada.

—No he venido para pelear contigo —la expresión de él se suavizó—. Tenemos mucho que hacer. Hablaré con tu médico y te trasladaré a un lugar mejor. Quiero que un especialista se ocupe de ti. Nos podrá dar una segunda opinión. Y también me ocuparé de organizar nuestra boda.

—Alto ahí —exclamó ella, furiosa—. No tienes derecho a irrumpir aquí, hacerte cargo de mi vida y tomar decisiones por mí. Ya he hablado con los médicos. Soy plenamente consciente de lo que hay que hacer, y yo decidiré qué es lo mejor para mí y mi hija. Si te supone un problema, puedes volver a tu isla y dejarme en paz.

—No te alteres, ____(tn) —él alzó las manos—. Siento haberte ofendido. Estoy acostumbrado a hacerme cargo. Me pediste ayuda y te la he ofrecido, y ahora no pareces quererla.

—Quiero tu ayuda, pero sin condiciones.

—Pues me temo que no puedo mantenerme al margen.

—Ni siquiera estás convencido de que sea tu hija —espetó ella.

—Es verdad —él asintió—. Sería un idio*ta si aceptara tu palabra sin más. Apenas nos conocemos. ¿Cómo sé que no te lo has inventado todo? En cualquier caso, estoy dispuesto a ayudarte. Te lo debo. De momento, estoy dispuesto a asumir que llevas dentro de ti a mi hija. Y quiero que nos casemos antes de que te sometas a cualquier tratamiento médico.

—Pero eso es una locura —protestó ella.

—Haré redactar un acuerdo que proteja los intereses de ambos —continuó él—. Si resulta que me has mentido y el bebé no es mío, el matrimonio será anulado de inmediato. O proporcionaré una manutención a ti y a tu hija, y cada uno seguiremos caminos separados.

A ella no se le escapó el modo en que dijo «tu hija», distanciándose a propósito de la ecuación. La opinión que parecía tener de ella no era precisamente una buena base para un matrimonio.

Aventura Secreta Erick Brian ColonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora